Sr. Director:
En la llamada aldea global en la que vivimos, no podemos caer en la tentación de considerar extraño al que está más lejos de nosotros geográficamente. Sería tanto como ser cómplices de la globalización de la indiferencia que tanto denuncia el Papa Francisco; una indiferencia primera que es para con Dios y de la que termina brotando la indiferencia ante el prójimo y ante la misma Creación.
Precisamente el domingo 31 de mayo, el Papa nos invitaba a fijar la mirada en aquellos que ahora están viviendo con mayor intensidad la pandemia del coronavirus, en particular los que más lo necesitan. Y entre ellos, siete meses después de concluir el Sínodo, ha querido tener muy presentes a los habitantes de la región de la Amazonia, duramente golpeada por la pandemia. En la Amazonia se hace particularmente patente el clamor de la tierra y el grito de los pobres. Su voz, aun en medio de las dificultades, sigue llena de vida y es para nosotros una llamada profunda a la conversión integral.