Sr. Director:
La Navidad es la fiesta más celebrada en Occidente. Contra la que nada han podido ni los totalitarios de otros tiempos, ni pueden los postmodernos laicistas para los que no hay relatos universales sino relativismo y nihilismo individuales. Pero el sentido y la celebración de Navidad son plurales y no siempre coincidentes. Así tenemos La Navidad del MESÍAS de Handel, de los grandes oratorios y cantatas; de los humildes los villancicos NOCHE DE DIOS; de las ciudades vestidas de luces; de las vacaciones escolares, de los belenes y árboles; de las compras, como la Navidad del Corte Inglés y de sus rivales comerciales pequeños y grandes; de las comidas suculentas y variedades gastronómicas en familia; la de los que vuelven a casa por Navidad; la de las películas con toda clase de tópicos navideños vengan o no a cuento. Navidad que culmina con la santa fiesta de la Epifanía, popular Reyes Magos y sus exóticas cabalgatas convertidos en algunos lugares en un cúmulo de excentricidades sin ningún fundamento bíblico. La Navidad Infantil de la que adultos mal encarados abominan. La Navidad de los políticos incluidos los laicistas, quienes también felicitan su peculiar felices fiestas con curiosos mensajes; la de los discursos regios con deseos de paz y prosperidad para sus conciudadanos: La Navidad del cese de las hostilidades bélicas por unas horas, aunque para los enemigos de la civilización cristiana, que son más que el yihadismo, y están en la misma Europa, con su peculiar cristofobia, es tiempo para destruirla; la Navidad de los ausentes y de la nostalgia; la Navidad de los pobres victimas de le economía del descarte que diría el papa Francisco. Pero la Navidad, parece increíble, también tiene adversarios y enemigos, cada vez más numerosos y resentidos, porque, dicen: Jesucristo no nació en el 25 de diciembre, santa Claus no existe, se trata de una fiesta hipócrita, la guerra se para durante unas horas; otros abominan de la Navidad porque la tala de árboles es antiecológica, recordando la cumbre de Abu Dabi. Para algunos más snobs y laicistas, la Navidad es un monumento al pasado, no tiene base científica, y lo que habría que celebrar es el masónico solsticio de invierno en la nieve. Y no faltan quienes en un alarde de salud mental preocupante afirman que estas fechas navideñas lo que hacen es acentuar la depresión postnavideña. Pero sólo hay una NAVIDAD, lo que se centra en la Encarnación del Salvador del Mundo, Jesucristo Dios y Hombre verdadero, nacido de Santa María Virgen. Esa Navidad siempre es eterna. Los relatos de la infancia de Jesús según San Mateo y Lucas, lo son histórico-teológicos, es decir, verdaderos, y han sido la fuente de inspiración durante dos mil años para obras grandiosas de música, pintura, escultura, poesía, cine, teatro (…) No han faltado teólogos críticos y racionalistas- contradicción en los términos-que los han rechazado por la presencia de lo maravilloso y fantástico. Pero esos relatos conforman la piedad popular y dan forma a la liturgia navideña.
San Juan de la Cruz, el más grande de los líricos universales, poeta celestial y divino, que poetizó el sublime misterio del Nacimiento en un romance de profundas resonancias cristológicas basadas en la alegoría del desposorio por el que Jesucristo asume la naturaleza humana:
Ya que era llegado el tiempo/ en que de nacer había/ así como desposado/ de su tálamo salía/ abrasado con su esposa/ que en sus brazos la traía/ al cual la graciosa Madre/ en un pesebre ponía/ entre unos animales/ que a la sazón allí había/ los hombres decían cantares/ los ángeles melodía/ festejando el desposorio/ que entre tales dos había/ pero Dios en el pesebre/allí lloraba y gemía/ que eran joyas que la esposa/ al desposorio traía/ Y la madre estaba en pasmo/ de que tal trueque veía/ el llanto del hombre en Dios /y en el hombre la alegría/ lo cual del uno y del otro/ tan ajeno ser.solía.