Sr. Director: El Papa Francisco ha compartido el almuerzo un día de la pasada semana, en su residencia de Santa Marta, con un grupo de 21 refugiados sirios, que actualmente viven en Roma, alojados por la Comunidad de San Egidio y que llegaron a Italia tras la visita, el pasado mes de abril, del papa Francisco a la isla griega de Lesbos, algunos de ellos en el mismo avión papal de vuelta a Roma. Un momento de fiesta, como han descrito los propios protagonistas, pero también un gran mensaje de paz y de esperanza. Un mensaje claro al mundo entero de que los refugiados no son una amenaza y de que no podemos quedarnos en acciones tan cosméticas como estériles de pancarta y reivindicación, sino que hay que empeñar la propia vida en una tarea que a todos nos ocupa. Obviamente para ser solidarios de verdad con quien se ve obligado a huir de su propia tierra, hay que articular bien la respuesta y esforzarse en eliminar las causas de esta dramática realidad, yendo a las raíces de los conflictos que siguen lastrando especialmente a África y a Oriente Medio. J.D. Madrid