Sr. Director:
Los informativos televisivos se han convertido en una parte de política del partido y en otra de programas de sucesos. Cuando escasean crímenes locales, se cuentan los de otros lugares, especialmente los de Estados Unidos. Los telediarios son hoy el semanario “El Caso”, ¿recuerdan? en versión audiovisual, unos thrillers en sesión de mañana y tarde que han acabado por arrinconar a los espacios dedicados a estos acontecimientos truculentos, que han dejado de emitirse.
Todo esto coincide con los datos de la Oficina Europea de Estadística confirmando a España como uno de los países más seguros de la Unión, con las menores tasas de delincuencia y el índice más bajo de homicidios. Estas cifras no logran, sin embargo, eclipsar la omnipresencia de la criminalidad en las noticias, un enigma propio de novela negra.
Lo primero que cabría preguntarse es si no existen asuntos que puedan desplazar a toda esa casquería. Nada permite asegurarlo, especialmente en una época de tantísima convulsión en infinidad de terrenos, con unos cambios en ciernes que amenazan con transformar el mundo que conocemos. Que a las mismas puertas de esos inminentes desafíos limitemos las pantallas a episodios violentos o a fechorías de distinto calibre, es desde luego para hacérselo mirar.
Luego está esa inercia facilona y amarillista de dejarse llevar por la realidad, sin darle el oportuno contexto del serio periodismo tradicional. Estos incidentes de relevancia penal, por ejemplo, siempre han existido, pero nunca como hasta ahora habían monopolizado los informativos y dejado de ponerse en relación con el entorno en el que se producen, generando la percepción de una nación insegura que no lo es para los registros oficiales, en un indudable espejismo que suele esconder, además, espurios intereses políticos.