Mientras la Santísima Virgen estaba sentada en íntima oración, llena de anhelo de Jesús, vi que un ángel se presentó ante ella a decirle que fuera al portillo que tenía Nicodemo en la muralla, porque se acercaba el Señor. El corazón de María desbordó de gozo; se envolvió en su manto y dejó a las santas mujeres sin decir a nadie dónde iba. Fue sola y de prisa al portillo de la muralla de la ciudad por el que habían venido del jardín del sepulcro. Informa Religión en Libertad.