Sr. Director:

Un gobierno tiene como misión principal -y para eso le pagamos- garantizar la atención a los ciudadanos, el bienestar de todos, el respeto entre unos y otros, evitar que unos pisoteen los derechos de los demás y abusen de ellos y cuidar la seguridad de todos. ¿Se cumple eso en España? A mí me da la impresión de que actualmente no y creo que no hace falta mucho esfuerzo para probar que es así, vista la abundante actividad de los homenajeadores y la pasividad de nuestro gobierno.

Un grupo de asesinos nos estuvo persiguiendo a los españoles durante décadas, dejando centenares de muertos y damnificados a su paso. Aquel acoso terminó, gracias a Dios, y unos criminales fueron localizados y castigados, pero otros quedaron impunes. Por mor del azar y las triquiñuelas, nos impusieron un gobierno de la “Señorita Pepis” más simpatizante de los agresores que de las personas de bien y procura blanquear la conducta de aquellos con un objetivo evidente de mandar, habitar un palacio, desplazarse en avión privado y tratar de acabar con la Monarquía.

Son reiterados los actos de homenaje a asesinos, consentidos y alentados por el gobierno de pacotilla que padecemos. Una parte de la sociedad vasca -afortunadamente mínima- aprueba este comportamiento. Pensaba decir que es como si a uno que roba en una joyería, al salir de la misma le aplauden los viandantes, pero es que el delito que comete un asesino es mucho más grave e irreversible que el del ladrón y por ello no son comparables. Los jueces no se pronuncian para impedir estos actos ya que no tienen soporte legal alguno para ello. El único que puede tomar o legislar iniciativas al respecto es el propio gobierno, pero recordemos que este lo sigue presidiendo, para nuestra desgracia, el mismo fray Mentiras de los últimos tiempos, ese cuyo único objetivo es poseer el poder para ideologizar a la población y, sobre todo, a los menores con la única intención de perpetuarse en él al mejor estilo de los gobernantes totalitarios. Tienes que recordar que la izquierda no nació para defender al débil, sino para utilizar al débil.