Sr. Director: Las imágenes del papa Francisco acariciando un cachorro  de tigre han dado la vuelta al mundo y todos los medios han recogido las caricias del papa y la primera respuesta del pequeño tigre que le lanza la débil garra para arañar al Papa, quien por prudencia retiró en un  principio la mano para luego acariciar al manso animal, que agradecido se rindió al papa. Por lo que se vio el tigrecito nada tiene que ver con el terrible lobo de Gubia que el gran Rubén Darío -tan olvidado en su primer centenario- inmortalizó en uno de los poemas más hermosos de la lírica en Lengua Española, porque Rubén escribió en español, de todos los tiempos. Los protagonistas del poema son el pobre y mínimo Francisco de Asís que está con un rudo y torvo animal, el horrible lobo, que rabioso devoró corderos, devoró pastores y son incontables, sus muertos y daños. El  pobrecillo de Asís a pesar de todos sus esfuerzos no  logró domesticar al terrible lobo porque los humanos era crueles, unos con otros, lascivos avaros y vanos. Por eso el genial e inmenso Rubén Darío concluye así el poema: El santo de Asís no le dijo nada/ Le miró con una profunda mirada/ y partió con lágrimas y con desconsuelos/ y habló al Dios eterno con su corazón. El viento del bosque llevó su oración, que era: Padre  nuestro que estás en los cielos… Por desgracia en Asturias  sabemos mucho de lobos sacrificados por los más diversos motivos. Alguien ha llegado a  afirmar  que los lobos no matan  por hambre sino por placer. Pero eso sólo lo llevan a cabo el ser humano desalmado y cruel. Fidel García