Han pasado seis meses desde que Don Felipe de Borbón jurara la Constitución española a título de Rey.
Felipe VI ha llegado a la Jefatura del Estado con la voluntad explícita de resaltar la vocación de servicio a España que caracteriza a la Corona y lo ha hecho desde la sencillez, la transparencia y la claridad sobre su misión.
La sociedad española ha reconocido estos signos. Los españoles perciben que la Corona se maneja de manera escrupulosa, aunque sin pasar inadvertida. También la reina ha ido ganando relevancia y lo ha hecho, a los ojos de la opinión pública, con seguridad.
Sin lugar a dudas este servicio de relegitimación de la Monarquía es básico para avivar las relaciones de confianza entre los españoles y las instituciones políticas. La crisis económica, el desafío soberanista y los flecos del caso Nóos eran tres escollos que podían haber arrastrado a la institución. Consciente de ello, la Corona reaccionó y la abdicación de Don Juan Carlos fue un servicio más a la cohesión y la estabilidad social e institucional.
Los últimos años de Don Felipe como Príncipe de Asturias fueron dando la medida del monarca que sería el día en que Don Juan Carlos abdicara. Y así está siendo. Prudencia, discreción y firmeza son las notas que caracterizan al nuevo Rey. Es de esperar que su ejemplo llegue a todas las instituciones del Estado por el bien de España y el de los españoles.
Juan García