Sr. Director:

¿Es suficiente el sueño de Francisco para reverdecer las raíces de Europa? Lo dudo.

“Sueño una Europa sanamente laica, donde Dios y el César sean distintos, pero no contrapuestos. Una tierra abierta a la transcendencia, donde el que es creyente sea libre de profesar públicamente la fe y de proponer el propio punto de vista en la sociedad. Han terminado los tiempos de los confesionalismos, pero –se espera- también el de un cierto laicismo que cierra las puertas a los demás y sobre todo a Dios, porque es evidente que una cultura o un sistema político que no respete la apertura a la trascendencia, no respeta adecuadamente a la persona humana” (22-X-2020).

Sin mencionar las “raíces cristianas”, Europa jamás se puede reconocer a sí misma. Sin hablar de Jesucristo, en Europa se desvanece la sombra de Dios, como reconoció hasta un personaje del Ulises de Joyce; y la palabra trascendencia no es más que un deletéreo y abstracto vacío.