Sr. Director:
La primera grieta que se abre con el planteamiento de la eutanasia tiene que ver con otra falacia que reduce las opciones a dos: o infinito sufrimiento o muerte. Lo que los obispos han querido poner de manifiesto en su importante documento -importante porque aúna cientos de miles de voces que ven reflejada allí su posición- es que hay una elección intermedia: la de los cuidados paliativos y el acompañamiento médico, humano y espiritual del que sufre y de sus familiares.
Mientras se entabla el debate de las ideas, las ideologías avanzan en la partida y hacen creer a la sociedad que la eutanasia es una demanda social, que cualquiera la desearía si está en una dolorosa y traumática situación, que todos la pediríamos si viéramos el inmenso sufrimiento de los nuestros. Pero de nuevo hay aquí una falacia que juega con la definición de los términos y el uso del lenguaje: lo que cualquier persona en situación de desesperación demanda es el fin del dolor, del sufrimiento. El gol ideológico que nos han colado es que a esa petición le asociemos el vocablo “eutanasia”. El legítimo y natural deseo de evitar el sufrimiento tiene otro nombre que defiende la vida a capa y espada: “cuidados paliativos”. Esa sí es la verdadera demanda social.