Sr. Director: En estos momentos, lo hemos vivido durante la última campaña electora, muchos, especialmente  políticos, confunden términos básicos como laicidad y confesional. Por ello, me parece conveniente recordar que la laicidad significa que el Estado en cuanto tal es Estado y se relaciona con el hecho religioso y las confesiones a través del Derecho en su repercusión social y jurídica. Esto lleva a afirmar que el Estado no puede ser agresivo, hostil, laicista frente a la religión. Cosa diferente sería equiparar Estado y sociedad, la sociedad mantiene sus creencias que deben ser tenidas en cuenta por los poderes públicos y reguladas por acuerdos con las confesiones religiosas (en España con la Iglesia católica y, por el momento, con musulmanes, judíos y protestantes). Otro equívoco, a mi entender, es el contraponer laico a confesional o religioso, de tal modo que si eres creyente o cuentas con tus convicciones religiosas, ya no eres laico. Laico lo es el creyente y el no creyente, porque ambos son ciudadanos en plena igualdad, ni más ni menos. Por tanto, personalmente no renuncio a ser laico. Otro malentendido no casual es pensar que el pensamiento del creyente determina su discurso académico, político, científico; y en cambio el pensamiento "laico" es neutro, científico, objetivo, no sometido más que a la razón. Nada más lejos de la realidad: el pensamiento "laico" está lleno de ideología, concepciones del hombre y la sociedad y en algunas ocasiones, imbuido de su aparente neutralidad, puede intentar imponerse como un laicismo confesional, que desgraciadamente a veces pasa. Jesús Domingo