Sr. Director:
El dicho que “en política se suele morir como se vive” es aplicable a todos los ámbitos de dirección, ya sea política, empresarial, deportiva o institucional: se opina y discrepa en privado, pero se actúa y se lanza un mensaje de unidad hacia fuera, o se dimite. Basta recordar cómo Vicente del Bosque, ex seleccionador nacional, defiende este principio básico, que logró que se viviera en nuestra selección: toda crítica o visión personal se aporta, y es parte de una lealtad que no todos viven, pero puertas afuera ha de haber unidad de mensaje y de acción.
Cayetana Álvarez de Toledo siempre ha ido por libre. Su verbo afilado y con frecuencia brillante parece que le ha hecho subirse a un pedestal en el que pierde la sensatez política. La fuerza de un partido político es que tenga un equipo sólido y que conecte con el electorado: Cayetana es todo menos una política de equipo.
Se ha permitido criticar a Núñez Feijóo, cuando precisamente ha logrado en Galicia una mayoría absoluta muy meritoria para el PP en una época de recuperación. Y Núñez Feijóo atizó a Cayetana, al hablar de la necesidad de un PP moderado con diversos destinatarios: Casado replicó que siempre había sido moderado el PP, pero sabía que era un clamor creciente la necesidad de que Cayetana dejara su puesto.
Sobre la inteligencia de Cayetana no tengo dudas. Pero cuando la inteligencia no sabe apoyarse en las limitaciones, la oportunidad, saberse parte de un equipo, y ni siquiera parecer altanera, es menos inteligente. Si Cayetana no se da cuenta de que está subida en un pedestal con una actitud que a mí me parece infantil, su inteligencia baja muchos enteros. Confunde la visión crítica con la lealtad, la personalidad con la prudencia, y allí donde esté generará rechazo, más temprano que tarde, como así ha sido.