Sr. Director:
Tanto tiempo, ya, de confinamiento riguroso… ¿No dura, demasiado, el “estado de alarma”? Hay gente muy cansada, y otros deseosos de visitar a su madre anciana o enferma, o a sus nietos, y no disponen de test para verificar la salud.
La situación por el coronavirus hay que atenderla desde estos puntos: el sanitario, el económico, el cultural y el espiritual. Los responsables deben ser creativos para evitar que la tragedia que padecemos, por estulticia o negligencia, acabe en drama.
Para mantener la salud, es necesario el alimento; también, recibir el aire libre y el sol, hacer ejercicio físico... Los supermercados están abiertos. En algunos municipios, los mayores no tienen que salir a comprar: el Ayuntamiento les acerca los alimentos. Detalle admirable.
Es preciso el mantenimiento de la actividad productiva. Como sabemos, una crisis económica puede desembocar en situaciones de miseria y desencadenar la pérdida de la paz social, máxime si se suma una crisis sanitaria. Por favor, no tengan confinados a quienes tienen salud. Es responsabilidad del Gobierno que el país no se pare y arbitrar los medios. Los gobernantes han de proporcionar test a todos los trabajadores; sobre todo, a los que presentan o han presentado síntomas. Hay que evitar el endeudamiento, que supone pérdida de libertad, vivir vendidos.
Existen necesidades culturales. El progreso cultural debe continuar. Con los medios de que se dispone, no es difícil. Además, están los profesores, que ayudan a sus alumnos vía Internet. Si los hijos son menores, los padres han de estar atentos.
El aspecto más olvidado: lo espiritual, la esfera religiosa. Es verdad que no falta la “iglesia doméstica” y que, en tiempo de epidemia, se dispensa del precepto dominical. En casa, se puede rezar y se reza; además, tenemos, a nuestra disposición y con abundancia, misas “online”, charlas y puntos de meditación. Pero no basta: existe hambre de Dios, del sacramento eucarístico, y sólo puede satisfacerse en lo “concreto”, como dice el Papa; o sea, hay que comulgar de verdad. Cristo dijo: “ no sólo de pan vive el hombre”. ¿Quién piensa en esto? En el evangelio, leemos: “Trabajad por el alimento que perdura para la vida eterna” (Jn 6,22-29). Pero han cerrado las iglesias – algunas, por “prudencia” antes del “estado de alarma”-. Hoy, muchas almas suspiran con San Juan de la Cruz: “¿Adónde te escondiste, /Amado, y me dejaste con gemido? (…) Ay!, ¿quién podrá sanarme? /Acaba de entregarte ya de vero [ de verdad, no virtualmente]; /no quieras enviarme/ de hoy más mensajero / que no saben decirme lo que quiero (…)”.
Hubo obispos prudentes, con algunos templos abiertos –sucedió en Granada, Valladolid, Toledo, Getafe, Murcia …-; pero sirvió de poco, porque faltó libertad a los fieles. El Cardenal Omella y monseñor Argüello solicitan la apertura de los templos. Como digo a mis hijos, no hay que temer aglomeraciones: la gente está muy concienciada, los obispos tampoco lo consentirían y los laicos sabemos organizarnos. Solución ingeniosa: la los obispos polacos: como, en tiempos de epidemia, la necesidad de rezar y la sed de Dios aumenta, multiplicaron las misas, ( sin problema, las autoridades civiles). ¿Será por eso, por lo que, en Polonia y Hungría, el índice de fallecidos por millón de habitantes, resulta anecdótico ? (Datos del 9 de abril: Polonia 5, y Hungría 7 muertos por coronavirus por millón de habitantes). Magufi, el presidente tanzano, lleva razón: “Las iglesias son lugares en los que las personas pueden buscar la verdadera curación, porque allí reside el Dios verdadero. No tengan miedo de alabar y buscar el rostro de Dios en las iglesias”.