Sr. Director:
El domingo segundo de marzo, tras la Eucaristía celebrada para conmemorar los 500 años de la evangelización de Filipinas, el Papa Francisco quiso que no nos olvidáramos de Siria; la amada y martirizada Siria, como la calificó, que hace ahora diez años iniciaba una sangrienta guerra, causante de una de las mayores catástrofes humanitarias de nuestro tiempo.
Un lugar especialmente significativo por ser una suerte de tablero en el que, a pequeña escala, se libra una batalla con repercusión mundial, y del que, a pesar de tener esa relevancia, rara vez encontramos en los medios de comunicación la atención que merece.