Sr. Director:
Recuerdo el cortejo fúnebre, era en el verano de 1956, en una carroza tirada por caballos, transportaban los restos mortales de D. Marcelino Menéndez Pelayo, para sepultarlos en la catedral de Santander. Hay que recordar una frase de este ilustre santanderino, que tan solo con 55 años de existencia dejó un legado inmenso; el se declaraba católico a “machamartillo” pero la frase es la siguiente: “España o es católica o deja de ser España.” Y la razón es muy simple y muy sencilla, los católicos nos consideramos hijos de Dios y por tanto todos somos hermanos, y esa fe es compatible con nuestro orgullo de ser vasco, catalán, castellano, etc., por que lo que prima sobre este afecto a nuestra tierra es España. Pero actualmente España ya no es católica. Monseñor Héctor Aguer, Arzobispo emérito de la Plata, Argentina, dice en un escrito de fecha 7-04-21 con el título “Adios, España”, entre otras cosas: “Es penoso tener que recordar que en la descatolización de España ha jugado un papel importante el progresismo eclesiástico, ha sido una concausa en todos los órdenes del derrumbe de la catolicidad.
La enseñanza heterodoxa durante décadas, de teólogos que con sus clases y sus publicaciones han inficionado al clero causando estragos doctrinales y espirituales, también envenenaron la formación de generaciones de seminaristas.” Es tremendo que un Arzobispo argentino se manifieste así, y lo que dice tristemente es cierto, lo he vivido yo. Las consecuencias han sido demoledoras, todo se alteró, la Iglesia Católica dirigida por estos progresistas, se mundanizó y desacralizo. Tenemos un gobierno formado por socialistas, comunistas y separatistas, fruto de esa nueva Iglesia progresistas, y en cuanto a lo divino, lo sagrado, lo trascendente solo queda un resto. La Divina Eucaristía esta desacralizada y a pesar de la trágica situación que estamos viviendo como consecuencia de esa desacralización de la Divina Eucaristía que es la Vida de la Iglesia, no se ve ningún signo de que esto vaya a cambiar, aunque es cierto que queda un resto que permanece fiel. Por muchos planes que formulen los obispos de pastoral si no se recupera el sentido divino de la Eucaristía, para lo cual es imprescindible suprimir la comunión en la mano y restablecer los comulgatorios que eliminaron radicalmente, serán inútiles, estériles, por que les falta la Vida que solo la puede dar la Divina Eucaristía. ¿Qué diría D. Marcelino Menéndez Pelayo si viviese en estos tiempos? Adios, España.