Sr. Director:

Observando el contenido de carrozas y personajes elegidos para desfilar en algunas Cabalgatas de Reyes, es previsible el riesgo que padece esta costumbre tan arraigada en nuestros pueblos y ciudades de acabar con su original esencia y pasar a engrosar la órbita de un cortejo poco diferenciable de cualquiera de esas fiestas horteras importadas últimamente. 

Porque una cosa es introducir elementos y protagonistas de cuentos infantiles más o menos nuevos, pero que conectan con el alegre mundo de los niños, y otra diferente convertir estas Cabalgatas en un una especie de museo andante y rodante de los horrores, que imponen más miedo que otra cosa a las pobres criaturas que absortos las contemplan. (Véase este vídeo de Zaragoza)

Y eso, aun rechazando la idea de que algunas bien pudieran ser piezas de una publicidad más o menos encubierta de las producciones cinematográficas de poderosas multinacionales. 

Aunque por otro lado, es tristemente lógico que, si progresivamente vamos prescindiendo de los elementos identificativos de la fiestas navideñas y de qué celebramos en la Navidad, esos vacíos y carencias se suplan y rellenen intencionadamente o no, con la falsa «nata» -más importante ésta que la del roscón- de lo primero que se encuentre a mano. Incluyendo imágenes que no resulten las más adecuadas para conciliar los mejores sueños de la noche infantil. Ojo con esto.