Un año de Donald Trump. Y a mí que este tío empieza a resultarme simpático
Donald Trump (en la imagen) es un grandísimo cantamañanas, ejemplar siniestro de la derecha pagana e inclemente, que no comprende la estupidez de los pobres, que cuando tienen hambre no se les ocurre otra cosa que utilizar la campanilla para que venga el servicio.
Trump falla hasta cuando acierta. Ejemplo, su última baladronada ha sido su promesa de expulsar de Estados Unidos a los refugiados sirios en cuanto llegue a la Casa Blanca. Pero hombre, Donald, no seas pato: en Estados Unidos hay cuatro refugiados sirios, el problema afecta a Europa.
Pero hasta este grandísimo abraza farolas puede decir verdad en un cúmulo de mentiras. Por ejemplo, asegurar que esa inmigración es muy rara: la mayoría son hombres y las pocas mujeres vienen disfrazadas de musulmanas. Es decir, que no parecen sirios cristianos perseguidos, sino musulmanes que quieren invadir la Europa cristiana. Y también en esto tiene razón.
Como la tiene cuando asegura que lo lógico es que si alguien huye de la guerra desde Siria busque otros países árabes y no el denostado Occidente como meta.
Además, también acierta Trump al sugerir que si el malo es Bashar al-Asad lo que deben hacer esos hombres jóvenes es volverse a Siria y combatirles, no huir a Europa.
Quienes deberían emigrar son las mujeres y los niños, las víctimas de la guerra. Esto le hace sospechar al candidato republicano que se trata de una invasión.
Dicho esto falla Trump en la conclusión: no hay que expulsarlos ni laminarlos: hay que ayudarles y vigilar a los fanáticos empotrados en las columnas de refugiados, a los de la "no cross", a los del odio a la cruz de Cristo en la Europa cristiana. Es la raíz del yihadismo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com