Entrevista en ABC con el embajador de La India, Shei Dinesh K. Patnaik,... nada menos. El señor embajador, le pagan por eso, nos dice que, 75 años después de la independencia del Reino Unido, resulta que La India es un ejemplo de democracia.

Ni una palabra sobre un país, el más poblado del mundo, repugnantemente panteísta, que con Narendra Damodardas Modi al frente, se ha convertido en el principal perseguidor de los cristianos en el mundo.

Modi lleva muchos años al frente de la India, desde 2014, y al frente de un partido nacionalista hindú, es decir, racista y cristófobo, ejemplo de pobreza y desigualdad en el mundo, más aún que los países árabes.

En la India, Modi y su partido, el Bharatiya Janata Party (BJP), es decir, el Partido Popular Indio, se dedican, no sólo a eternizar el solidificado sistema de clases indio sino que han perpetrado una mezcla anti-natura, macedonia panteísta de política y religión, como para echarse a temblar.

Llegará un día en que tanto el yihadismo como la tiranía china de Xi Jinping nos parecerán un juego de niños comparados con la crueldad panteísta

Pues bien, sin que le tiemble el pulso don Shei asegura, única pregunta difícil del interrogatorio, que “el nacionalismo es algo que está ocurriendo en todo el mundo. Todos los países se enfrentan a ello, el auge de la derecha, pero no es un gran problema”.

Hay que ser jetas. Mire usted, lo de la India no es un nacionalismo que ponga en duda el perímetro de una nación, es mucho peor: es un mezcla de nacionalismo indio y nacionalismo hindú, política y religión, un credo aberrante que no cree en la clemencia, poblado de centenares de dioses que sólo son ídolos, y que justifican cualquier tropelía contra el débil. Y al mismo tiempo, un nacionalismo político que considera que tanto cristianos como musulmanes son menos que los bichos en los que están llamados a convertirse con su metempsicosis, esa reencarnación del eterno retorno, que se convierte en una pesadilla. El islam es difícil de democratizar, porque no creen en la misericordia de Dios, el panteísmo es peor. Su quietismo es como un alucinógeno de la conciencia. El hinduismo no cree ni en Dios ni en el hombre, sólo en el todo, que, como es sabido, conduce directamente a la nada.

Llegará un día en que tanto el yihadismo como la tiranía china de Xi Jinping nos parecerán un juego de niños comparados con la crueldad panteísta. El signo del cristiano es la cruz, abierta a los cuatro puntos cardinales. El símbolo del hinduismo es el círculo, cerrado sobre sí mismo, un círculo de la vida que implica la perpetuación de la injusticia: no hay salida.