1 de septiembre, Día -más bien temporada- por el Cuidado de la Creación, que se alargará hasta el 4 de octubre, nada menos que 34 jornadas. El periódico del Vaticano, que no la página oficial del Vaticano, nos dice que este Día por el planeta se hace en nombre del ecumenismo, dado que en él participan iglesias luteranas, el venenoso Consejo Mundial de las Iglesias y otras monsergas. Eso es como si me dicen que el Real Madrid es un club de lo más ecuménico porque entre sus socios se encuentran miembros de todas las confesiones cristianas. 

En cualquier caso, lo importante en esta larga, larguísima, jornada por la Creación, con ese peligroso aditamento de la Misa por el cuidado de la creación, es aclarar que todo el cuidado por el planeta en verdad resulta bueno y necesario... con tal de que cuidemos el planeta para nuestros hijos, no por el planeta en sí mismo. 

Cuidado con caer en el panteísmo verde, uno de los grandes enemigos actuales de la Iglesia y del ser humano. De la Iglesia, porque supone una falta de confianza en Dios. Del ser humano, porque el ecologismo es lo que nos ha llevado a la ruina económica

Con todo respeto: al planeta que le vayan dando por donde amargan los pepinos y se rompen los cestos. Yo cuido el planeta por gratitud al Creador del planeta, que es Cristo y porque debo contribuir a mantener el regalo divino en buenas condiciones para las próximo generaciones de seres humanos. 

Si esta idea está clara, todo está en orden. Si no, yo me bajo.

Y menos mal que se habla de la creación y no del planeta o de la Pachamama o de Gaia, la madre tierra y su pastelera madre, que diría el Forges. Yo también encomendaré el cuidado del planeta, que en sí mismo me importa un pimiento, pero sólo por las razones antedichas. Recuerden que Dios no creó el universo, eso tan solo es ‘añadidura’. Dios creó al hombre, el único ser racional y libre… para amarle.

Dios no creó el universo, eso tan solo supone ‘añadidura’. Dios creó al hombre, como el único ser racional y libre… capaz de amarle. Lo importante es el hombre

Es la forma de no caer en el panteísmo verde, uno de los grandes enemigos actuales de la Iglesia y del ser humano. De la primera, porque la religión ecológica implica una falta de confianza en Dios, que es lo que más le ofende (Santa Faustina Kowalska dixit) y enemigo del ser humano porque el ecologismo es lo que nos ha llevado a la ruina económica, al vigente reparto de la miseria, signo diferencial del siglo XXI, en el que se dice progresar, no hemos progresado demasiado. 

Además, mucho me temo que la Conferencia Episcopal Española ha vuelto a comportarse como el tonto -no he dicho malo, sólo tonto- de la clase, con su documento, con tintes., de tonos, no sólo panteístas, sino paganos de la cuestión del cuidado de la creación: aquí tengo las pruebas.