¿Por qué Hispanidad resulta más rara que un perro verde? La respuesta es sencilla: porque no esconde su catolicismo.

Durante 25 años de vida, el consejo que más veces he escuchado ha sido este:

-Eulogio, ¿por qué no te dejas de religión y te dedicas a la economía que es lo tuyo?

Hay que reconocer que a lo largo de 25 años Hispanidad no ha dejado de ser un diario esquizofrénico, compuesto por dos elementos: actualidad económica y actualidad cristiana. Ambas secciones tienen muchas más connotaciones de las que se podrían pensar, pero eso no justifica una estructura tan curiosa.

O mejor, lo curioso no es que hablemos de economía, lo extraño es que hablamos de Dios, lo que no se hace en ningún otro medio de ninguna otra especialidad… y tampoco en los de información general.

Es decir, que la esquizofrenia no es la nuestra sino la de un mundo que pretendía construir la realidad y la conducta individual al margen de todo código moral.

La civilización decae cuando las cosas dejan de ser buenas o malas para quedarse en posibles o imposibles

Un joven familiar, dedicado a la informática, me dejó muy claro la sociedad que habíamos construido. Me estaba comentando una posibilidad que abrían las redes sociales, con consecuencias comerciales harto interesantes. Le interrumpí:

-Pero eso no está bien.

A lo que me respondió algo parecido a esto y que nunca olvidaré:

-En Internet no existe lo bueno y lo malo, sólo lo posible e imposible.

Pues bien, contra esto lleva luchando Hispanidad desde hace 25 años. No sólo es que las cosas sí son buenas o malas, es que si no se considera la ética el resto deja de tener sentido.

Dicho de otra forma, la civilización decae cuando las cosas dejan de ser buenas o malas para convertirse en posibles o imposibles.

Y por casualidad, nunca se había hablado tanto de ética y nunca se había vivido tan al margen de cualquier norma moral. 

En cualquier caso, Hispanidad no es un diario religioso pero no oculta su ideario cristiano. Laico y católico sin tapujos. Y eso no se admite. Suena muy raro.

Por tanto, comparo la esquizofrenia fingida de Hispanidad y la esquizofrenia real del mundo: vivir como si Dios no existiera es un error, por falso, y un horror, por triste. Y todo esto ya lo dejó dicho Chesterton: al entrar en la redacción o en el parlamento hay que dejar el sombrero en la puerta, pero no la cabeza. Y yo añado: tampoco el corazón.

Y así pensamos seguir.