Sr. Director:

"Tantas idas y venidas, tantas vueltas y revueltas, quiero amiga que me digas, ¿son de alguna utilidad?...". Estoy convencido de que, estos versos de la fábula "La ardilla y el caballo" de Tomás Iriarte, le vienen como anillo al dedo al señor Zapatero, si es que queremos centrarnos en los resultados de su peregrinación, que mejor cabría decir "via crucis", en busca de intentar conseguir que la banda armada de ETA se aviniera a dejarse convencer de que dejara de matar, se incorporara a las instituciones y renunciara a sus afanes independentistas. Nada más pueden haberse dado dos opciones para que nuestro Presidente del gobierno haya actuado de la forma en que lo ha hecho con ETA; cuando –no debemos de olvidarlo –, a su llegada al poder, la banda estaba dando sus últimos estertores, acogotada por la policía española y la inapreciable colaboración de la gendarmería francesa.

La primera, que rechazo desde el principio, es que actuara de buena fe, creido que, con paños calientes, dejándoles camino abierto para que ellos mismos se decidiesen a renunciar a la violencia a base de hacer la vista gorda, de permitir a Batasuna que (a pesar de estar ilegalizada), continuara actuado extraoficialmente, y ordenando a los mecanismos represivos del Estado que atenuaran la persecución de los etarras. Y. ¿por qué, me preguntarán ustedes, rechazo este supuesto? Pues, sencillamente, porque desde el principio el señor Zapatero ha renunciado a atenerse al Pacto por las Libertades y a la Ley de Partidos; porque desde el principio ha prescindido del partido de la oposición para actuar, conjuntamente, en un asunto de tanto calado nacional y porque ha demostrado, hasta la saciedad, que sus dos objetivos fundamentales, desde que alcanzó el poder, han sido destruir al PP y mantenerse en el poder a costa de lo que fuere necesario.

La segunda porque, aún admitiendo que, al principio, estuviese convencido de que el camino de las cesiones y de las actuaciones descafeinadas era el adecuado para conseguir atraerse a ETA, lo cierto es que, a través del tiempo que viene tratando con la banda, a hurtadillas – todo hay que decirlo– y de espaldas a los españoles, ha tenido múltiples ocasiones para rectificar y regresar a la vía de la sensatez. Ninguna persona que no estuviera obcecada con una idea tan disparatada hubiera continuado manteniendo conversación  con los etarras después de que éstos se hayan burlado impunemente de él, dejándole en ridículo cada vez que ha pretendido presumir de sus teóricos avances. La última y la más espectacular de las humillaciones, sin duda, fue cuando, a final de año, en un rapto de autocomplacencia, lanzó el mensaje al país de que las negociaciones iban por buen rumbo y que el año venidero (2007) traería importantes adelantos en cuanto a la erradicación del terrorismo. Al día siguiente una bomba estallabas en la T4 de Barjas matando a dos personas. Tuvo ocasión de rectficar, de volver a formar equipo con el PP para luchar juntos, de nuevo, contra los terroristas; a cambio, se cubrió con su palabrería inconexa y siguió negociando como si nada hubiera ocurrido. De nada han valido las encuestas de los periódicos, ni las recomendaciones de algunos socialistas sensatos (Rosa Diez y Redondo Terreros) indicándole que cometía un insensatez. Con la ayuda del fiscal general del Estado, un personaje nefasto que debería de haber cesado inmediatamente, han continuado cediendo una y otra vez: o bien retirando los cargos contra Otegui o bien cediendo, sin el menor rubor, al chantaje de De la Juana Chaos.

Los españoles hemos sentido vergüenza ajena, nos hemos considerado humillados al tener que presenciar como un criminal, que asesinó alevosamente a veinticinco personas, no sólo no se le mantenía en prisión, sino que se le permitía retozar con su novia, burlarse de sus carceleros y del Estado de Derecho y, finalmente, para colmo de la desvergüenza, negarse a una elemental medida de seguridad, como es la de llevar un simple brazalete de seguridad, amenazando con iniciar una nueva huelga de hambre. ¡Tan seguro está de su prevalencia sobre la ley y sus encargados de hacerla cumplir!

 

Pero ahora ha llegado el momento para el Presidente de tener que enfrentarse al órdago de ETA. Se han acabado las bromas, los compadreos y las engañifas. La ardilla de la fábula ha de responder a la pregunta que se le ha hecho. Señor Zapatero, ¿para que han servido todas las facilidades que les ha dado a los etarras?, ¿de qué han valido tantas reuniones y conciliábulos?, ¿qué fruto hemos sacado de que hayan podido presentarse a las elecciones y conseguir entrar en las instituciones?, ¿qué beneficio hemos sacado de que el señor Conde Pumpido haya permitido que salieran de rositas señores como Otegui? Creo que las respuestas son obvias: para que ETA, que estaba derrotada, se haya rearmado, reestructurando sus comandos y, de paso, se pueda financiar con los 1500 millones de euros que recibirán del Estado, al que ahora amenazan con poner en jake con el cese del alto al fuego. Ha conseguido apartar al PP de la lucha antiterrorista y ahora, desesperado, intentará que le ayuden a sacarse las castañas del fuego. ¿Qué tendrán que decir el señor Pepiño Blanco, Rubalcaba, la de la Vogue (con sus desplantes teatrales) y toda la camarilla de los que le han poyado durante este simulacro de negociación? Lo malo de todo esto, señor Zapatero, es que nos ha metido en un fregado que puede costarnos nuevas víctimas; que ha permitido a ETA resurgir de sus cenizas. No lo olvide, los asesinatos que pueda cometer la banda, serán responsabilidad suya.

 

Miguel Massanet Bosch

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