A mí la noticia de la agencia británica me parece lógica. Holanda es un pequeño país que, con tal de situarse en el proscenio internacional es capaz de abrir los duques y sepultar bajo el mar. Fue pionero a la hora de asesinar ancianos e impedidos y lo llamó muerte digna. Se desangra Holanda pero, qué más da. El holandés es uno de esos pueblos que, a la hora de jugar con la vida, ama la muerte. También fue pionera en el gaymonio y, lo que es peor, en la adopción de niños por homosexuales y lesbianas. En España, contamos con un corredor de fondo, un hábil estadista, llamado ZP, que ha corrido en pos de Holanda para recuperar el terreno perdido. Pero ahora los de la naranja, espero que no mecánica, han lanzado el debate (ante todo, hay que dialogar y debatir) sobre la pedofilia. ¿En razón de qué prohibir acostarse con un chaval de diez años? Si introducir el pene por el recto arquetipo del amor homosexual- es una prueba de modernidad, ¿por qué no acostarse con una niña o mejor, con un niño? Ya lo dice uno de los fundadores de Caridad, Libertad y Diversidad: el objetivo final es la ausencia de límites. ¿Donde está el límite? No hay límites. ¿Por qué no con un recién nacido?
Quizás al noticia nos sorprenda, pero pronto dejará de asombrarnos. Hace 10 años, las posturas tan bestiales como cursis es curiosa la capacidad de ZP para combinar salvajadas de fondo con la ñoñería de forma- el gaymonio nos hubiera parecido una bestialidad que nadie se atrevería a asumir. Han bastado unos pocos meses de campaña para que el matrimonio se haya convertido en un inalienable derecho, en una muestra de política misericordiosa. Créanme: en breve veremos a Zapatero defendiendo un proyecto de ley para despenalizar no imponer, que conste- la pedofilia y el ayuntamiento carnal, -o simplemente anal- con niños, animales y esto se les ha olvidado a los pedófilos holandeses- cadáveres. Ya es hora de adoptar una postura valiente y plantear la necrofilia. Será una nueva conquista del progresismo.
Es lógico. Ante cualquier degradación, la única pregunta es ¿dónde está el límite? Porque cuando alguien pone un límite, el que sea, entonces empieza a razonar. Razonar, nos guste o no, es poner límites al mal y proponer el bien. Una pregunta que se enraíza en otra: si no hay límites, ¿dónde está la distinción entre el bien y el mal?
Eulogio López