Sr. Director:
Cuando yo era niña -y de esto ya hace- mi padre me decía que se tildaba a los  cristianos de amorfos, conformistas, por aceptar libremente vivir con alegría en toda circunstancia en conformidad con la voluntad de Dios.

 

Sin embargo, la palabra conformidad no tiene nada de peyorativo, lo dice el diccionario:  1. f. Semejanza entre dos personas. 2. f. Igualdad, correspondencia de una cosa con otra. 3. f. Unión, concordia y buena correspondencia entre dos o más personas. 4. f. Simetría y debida proporción entre las partes que componen un todo. 5. f. Adhesión íntima y total de una persona a otra.

Es decir, que si la conformidad es respecto a Dios, mi voluntad deberá adaptarse en todo a la suya, que es perfecta. Si la conformidad es respecto de dos personas, por ejemplo, el matrimonio, es claro que ambas partes tienen algo que limar, rellenar, complementarpara formar una unión sin fisuras.

Ahora bien, lo que es amorfo es el conformismo, por ejemplo el del ciudadano respecto de quien le gobierna si -sufriendo año tras año los desvaríos del que manda, con decisiones que no le otorgaron las urnas-  se encoge de hombros y, para justificar su mudez, se limita a decir que todos los políticos son iguales.

Amparo Tos Boix