Tenía trabajo y una casa, pero me estaba planteando abortar a mi hijo, interrumpir de forma voluntaria el embarazo de este niño no buscado. ¿Por qué me planteaba algo tan atroz y que no quería hacer?... Un ginecólogo de Madrid me dijo que el aborto era algo tan sencillo, que en el mismo día se solucionaba el problema. Me dijo que había clínicas especializadas y que allí me atenderían. Entendí que era algo similar al que me iba a sacar una muela
Cuando entré en el establecimiento de Datarme atendió una señorita que me pidió los datos y el dinero, y me hizo entrar en una sala de espera. El dinero era imprescindible y no me dieron factura alguna de haber pagado nada.
En la sala de espera sufrí un auténtico shock. Allí había niñas con sus madres, adolescentes con el novio, señoreas con el marido fue una escena aterradora. Sólo se oían murmullos, nadie hablaba con nadie, tenían caras tristes, llorosas, mustias El profesional que tenía enfrente no me escuchó, porque tenía prisa. Lo siguiente que me dijo fue: Firma aquí, porque esto es como una intervención quirúrgica y tienes que autorizarla. Pero no te preocupes: cada seis meses se borran lo datos y será como si nunca hubiera pasado
Perdí por completo el sentido e la realidad; no podía saber qué hacía yo allí, desnuda La enfermera me dijo que me tumbase, subiese las piernas y colocase los talones donde me señalaba. En ese momento entró el médico y, como si yo no existiera, siguió la conversación con las enfermeras sorbe la suegra de una. Comenzó a tocarme le bajo vientre. Dijo :
-Venga, relájate, que si no va a ser más doloroso de lo que debe ser.
El tono era firme, seco, autoritario. Yo no pude llorar. De pronto, el médico dejó a su izquierda un recipiente d cristal con mi hijo en trocitos dentro. Lo vi perfectamente. En ese momento es como si te arrancasen con él la vida. Tu vida se va tas el recipiente y ya no vuelves a ser la misma nunca.
Es uno de los testimonios del libro Yo Aborté, editado por la Asociación de Víctimas del Aborto. Esperanza Moreno ha renunciado al anonimato para explica su caso y aconsejar: ¡No lo hagas!
Si se considera que desde 1985 han sido asesinados 700.000 inocentes indefensos a manos de sus propias madres de y de la industria de la muerte que tanto aman nuestros políticos, este es, sin duda laguna, el libro del año.
Un libro que hay que leer con los riñones. El que no lo lea vivirá en un mundo falso, porque el mundo real, al menos la más desgraciada parte de ese mundo real, es lo de Esperanza: cada año, se producen en España 80.000 abortos. Eso significa que hay otros 80.000 muertos sin entierro y otras 80.000 mujeres que vagan por el mundo en busca de un asidero. Es lo que ocurre siempre con las leyes, sean físicas o morales: uno puede trasgredirlas, pero no puede evitar las consecuencias de su trasgresión. Y como las personas, tampoco las sociedades pueden evitar el desastre del aborto.
Los no directamente afectados podemos mirar hacia otro lado o leer Yo Aborté. No tiene desperdicio, ni tan siquiera para comprobar cómo la obsesión de los aborteros es no dejar huella de su trabajo, seguramente porque están muy orgullosos del mismo. Todo se ejecuta con la frialdad del profesional, del verdugo profesional, y con la opacidad del canalla. Ya lo han leído-escuchado. Como en 1984, la obra feroz de Orwell: Cada seis meses se borran los datos y es que si no hubiera pasado. La historia que no interesa, se describe.
Yo aborté habla de otras historias: de mujeres que odian a quienes le obligaron a abortar, incluidos esposos y madres, de mujeres que no soportan el ruido del aspirador, de mujeres que años después sufren llantos compulsivos. Y de médicos que explican que no existen anticonceptivos que no sean abortivos, de los engaños de los servicios de urgencias, de las mentiras de las multinacionales del aborto (entre ellas, la multinacional Schering, tan citada en Hispanidad), de tanta comodidad y tanta cobardía.
Es el libro del año. Porque cuando se trata de materias menores, como la política, la economía o el periodismo, basta con lúcidos catedráticos que escriben ensayos de 600 páginas. Pero cuando se trata de cuestiones importantes, como la vida, entonces lo único que sirve son los testimonios de los protagonistas. El Concilio Vaticano II decía que el mundo moderno ya no quiere maestros, sino testigos, y andaba sobrado de razón: nos sobran noticias y nos falta información; nos sobran datos y nos faltan ideas, nos sobran análisis y nos falta un sentido para vivir. Y eso, sólo puede darle los testimonios.
Sea valiente. Lea Yo aborté.
Eulogio López