Como es sabido, una suegra se parece a la niebla en que cuando ambas se van se queda un día estupendo. Quiero decir que nunca he prestado especial atención a las historia de mi suegra, natural de una pequeña, y no muy hermosa localidad de la ribera navarra, de nombre Arguedas. Los pueblos riberos son ricos, pero no pintorescos. Arguedas, y su vecino, Valtierra, que naturalmente se odian con extraordinaria pasión, producen un buen montón de espárragos y algo más de pimientos, pero no dan para mucho más. Como tantos otros pueblos españoles vivió la Guerra Civil. No mucho, porque desde casi el primer momento estuvo conquistado por los nacionales y, supongo, no encontraron muchos de los que vengarse. Llevo años oyendo historias la mayoría bastante aburridas, de ambas localidades y, qué quieren que les diga- ninguna me ha llamado mucho la atención. Sin embargo, el discurso suegril ha cambiado mucho durante los últimos meses. Ahora me entero de que Arguedas, por ejemplo, se convirtió en refugio de, por ejemplo, religiosas ultrajadas por milicianos que fueron trasladadas por familiares y amigos hasta aquella zona, y alguna de las cuales simplemente no se recuperó del trauma sufrido.
Historias de la guerra, como cientos que habrá escuchado usted sobre cualquier otro rincón de España. En Asturias podemos contar centenares, y de ambos bandos. Ahora bien, lo que me sorprende es que mi suegra pertenece a la generación de la postguerra nació en 1936- por lo que sólo vivió las consecuencias de esa guerra. Esa generación, y no digamos nada la siguiente, sabe de las matanzas y horrores del conflicto, pero ha tratado de pasar página, entre otras cosas porque sabe que estaba abocado al Y tu más. Los dos bandos tienen mucho que reprocharse. En resumen, nunca hasta ahora había oído hablar a mi suegra en esos términos. Al parecer, ahora se le ha despertado la memoria, y su niñez está llena de fantasmas. Ni sus hijos le habían oído nunca hablar así hasta que Rodríguez Zapatero se empeño en rescatar las memoria de presuntas víctimas de presuntos verdugos, especialmente de presuntas víctimas republicanas de presuntos verdugos nacionales si ustedes me entienden.
Sólo ahora, con Rodríguez Zapatero en el poder, mi suegra ha recordado lo que quizás no tenía olvidado pues hay cosas que no se olvidan- pero sí aparcado. Por eso, tengo mis dudas: ¿Lo de ZP es memoria o es rencor?
Este pasado fin de semana, vísperas del 20-N, el abad de la basílica del valle de los caídos, donde se encuentran enterrados tanto nacionales como republicanos, la misma iglesia que ZP quería convertir parece que ha dado marcha atrás- en parque temático, pronunciaba una homilía que merece la pena leer. Mientras tanto, algunos falangistas plastitas, intentaban convertir el acto religioso en una demostración de fuerza política. El abad se lo impidió, aunque al final entraron, que a ciertos individuos la única instrucción que les entra en la cabeza es la que se les introduce con un palo. Pero al menos la ceremonia pudo verse libre de odios. Me he quedado colgado de una frase: Para nosotros ya están en paz los que ayer estuvieron en guerra. Ya están hermanados desde que se han encontrado ante el mismo Juez y Padre. Su mensaje común a nosotros nos dice: vivid en armonía, en justicia, en verdadera fraternidad; superad vuestras rivalidades; dad a Dios lo que es de Dios y daros a vosotros la paz de los corazones, para que, como dice el salmista, haya paz dentro de vuestros muros, seguridad en vuestra sociedad.
No se si ZP lo habrá leído. Lo deseo de todo corazón, así como un cambio de actitud por su parte. De otro modo, mi suegra no se va a callar nunca.
Eulogio López