Poco sospechosos somos en Hispanidad de xenofobia. Probablemente, seremos el único medio español que postula las fronteras abiertas a los inmigrantes. Al menos, yo sólo se lo he oído al fallecido Juan Pablo II. Por lo general, la progresía alimenta la modalidad de aceptar sólo a quien viene con el puesto de trabajo bajo el brazo, lo que supone un criterio de necesidad, no de solidaridad.
Como buenos progres que son, en el Gobierno ZP aseguran que abrir las fronteras significaría crear guetos. Así que, para no crear guetos, lo que hacen es devolver a los ilegales a su país para que se mueran de hambre y a los que no pueden deportar, les dejan en la clandestinidad en España. Es la misma táctica utilizada para justificar el aborto en nombre del humanitarismo: como no hay alimentos para todos, lo mejor es matarlos antes de nacer. De este modo, hemos pasado de luchar contra la pobreza a aniquilar a los pobres.
Ahora bien, ser partidario de las fronteras abiertas no significa ser idiota y, sobre todo, no significa no hacerse respetar. El inmigrante acogido en España debe respetar a los españoles y a las españolas -ahora sí que resulta pertinente la identificación por género- y los usos y costumbres del país que le acoge. Precisamente, la insistencia del Gobierno ZP en que lo que importa es el contrato de trabajo, ha provocado lo que escuché días atrás en una radio del Gobierno: un emigrante afirmaba, farruco, entre el aplauso de la muy progre locutora que conducía el espacio, que "su contrato de integración era su contrato laboral". Pues no, señorito. Por haberle acogido entre nosotros, España y los españoles se merecen algo más que su contrato laboral: se merecen un respeto.
Y es que quien no se respeta a sí mismo, difícilmente va a conseguir que el de fuera le respete. Este es el problema de ZP y la progresía. Así, he tenido que presenciar una escena entre dos iberoamericanos -y si Hispanidad, como su mismo nombre indica, cree que a alguien debe abrir las puertas España es a los hispanoamericanos- al bajarse del autobús urbano. Uno escupe en el suelo y su compañero le recrimina su actitud, a lo que primero responde: ¡Qué más me da, no es mi país! Pues bien, a ese caballero yo le pondría en la T-4, tenga o no tenga permiso de trabajo.
Pero vamos con cuestiones más trágicas. Por ejemplo, la que publica Minuto Digital, un medio que no mantiene las mismas ideas sobre inmigración que Hispanidad, pero que tiene toda la razón en esta denuncia: violaciones masivas, especialmente por parte de otras 'culturas' que no respetan a la mujer como lo hacemos en los países cristianos (porque nadie como el cristianismo ha respetado a la mujer).
En definitiva, ahí tiene el lobby feminista del Gobierno ZP una buena bandera de lucha. Tolerancia cero con las faltas de respeto, no digamos nada con la barbaridad de la violación- a los inmigrantes que no respeten a la mujer... a la mujer española y a la mujer inmigrante. ¿Deportación inmediata? ¿Por qué no?
Aunque, desengáñense, ninguna normativa, ninguna tarea policial podrá poner firmes a estos miserables machistas -sí ahora lo de machistas resulta pertinente- especialmente a los inmigrantes musulmanes y, en menor medida, pero también, rumanos e hispanoamericanos, si los españoles no se respetan a sí mismos y a sus orígenes, que son cristianos.
Eulogio López