No se habla de otra cosa en las peluquerías de señoras. Carmen Cervera, la viuda del barón Thysen, se ha alquilado un útero en Estados Unidos. Así, como suena. A sus 63 años, la maternidad apretaba. La mujer necesitaba sentirse de nuevo madre. Su hijo Borja de 26 años abandonó el nido para irse a vivir con la novia. Y claro, Tita Cervera se siente sola, muy sola. Tanto como para regresar a los Estados Unidos donde vivió con su particular Tarzán para alquilar un útero que le dará si no le ha dado ya- dos mellizas.
Se trata dicen los medios- de una alternativa creciente para las parejas infértiles españolas. En lugar de iniciar un peregrinaje internacional en busca de la adopción deseada, se van a los Estados Unidos, contactan con alguna de las decenas de agencias legalizadas y reguladas de alquiler de úteros y se acabó el problema.
Tan sólo hay que pasar por el insignificante trámite de la dolorosa: 75.000 euros de nada que permiten engrasar el negocio y abonar la nómina de las inmigrantes hispanas que se ganan la vida alquilando su útero a las parejas occidentales que anhelan la maternidad. Una actividad prohibida en España, pero permitida y regulada en la 'moderna' Norteamérica.
¿Por qué está prohibido el alquiler de úteros en España? Sencillamente porque los niños tienen derecho a crecer en el entorno que será su hogar. Porque la naturaleza establece vínculos afectivo-psicológicos entre la madre y el hijo que facilitan el equilibrio psicológico del niño. Porque el vínculo de apego se genera desde el mismo embarazo al que el niño tiene derecho. Y sobre todo, porque dada la edad de la baronesa, las mellizas serán fruto de la fecundación in vitro que se habrá llevado por delante unas cuantas vidas humanas en el intento.
Porque el embarazo no es ni puede ser- un negocio. Y sobre todo, porque la maternidad y la paternidad son un don, no un derecho. Los niños son un regalo del Creador, no una exigencia para nuestra autorrealización. El problema es que hemos interpretado primero la maternidad/paternidad como una amenaza para nuestra independencia y nuestro desarrollo profesional. Y cuando se nos pasa el arroz, la crisis de los 40 llama a la puerta y la campana de la maternidad arrecia, exigimos el regalo como un derecho. Y entonces somos capaces de crear a varios hijos en una placa de petri para seleccionar a uno y dejar al resto sine die en el congelador. O peor, seleccionamos al sano y despreciamos al enfermo, como si de 1984 se tratara. Y si hace falta alquilarnos el útero de una chicana, pues también, que para eso están. ¿No era esto lo de la tolerancia y la xenofobia?
¿Y las mellizas? No tienen derecho a nacer en un entorno familiar. ¿Qué educación ofrecerá Tita a sus 63 años? ¿No tienen derecho las mellizas a una referencia masculina estable en su formación?
La baronesa que es capaz de abrazarse a sus árboles para que el alcalde capitalino no los tale, parece tener una escasa sensibilidad cuando de sus propios 'hijos' se trata. Lástima.