La bandera pirata a pesar de quedarse en los huesos sigue dando miedo". Tras un par de ataques, sin discreción, de las fuerzas aliadas contra el despreciable descaro del líder libio, "muy mal el Gadafi" ha planeado el alto en vuelo y fuego además del repliegue de sus trepas tropas.
El coronel descoronado, harto por costumbre de crear su propio engaño, persiste con la estratagema emocional de hacer creer aquello que no sabe y hacer ver lo que no es. Sus pírricas apariciones televisivas muestran además de un rostro a ristras y el rastro idolatrado de su ego, el juego de su ruego y la propuesta de sus "luegos" que, aunque más tarde de lo auto-pronosticado, siempre lleva a cabo si bien cambie de aguijón. Su afianzada desconfianza contra el mundo junto con su diagnóstico psíquico, hacen de él uno de los personajes de reparto mundial más peligrosos y capaces de modificar el guión de la película que a día de hoy rueda sin frenos en el planeta Tierra. ¿Por qué tiene cobertura quien cubre la quietud con amargura?, ¿por qué damos espacio a quien nos retrasa en el tiempo?, ¿por qué vendemos armas a quien reparte guerra y sólo a sí se ama?...
El círculo vicioso, o cadena alimenticia del poder, muestra en estos casos cómo la avaricia de unos "arma" de codicia a otros. Derribar el incordio no cuesta tanto, lo que cuesta es dejar de ganar a costa de él o empezar a costar y perder.
El papel que ostenta Libia, como generador de materia prima motor de esta actualidad, hace de ella bruto diamante con muchos y dispersos amantes que hasta el encuentro con el peligro inminente eran incapaces de negar su traición y paz. La culpa de haber llegado hasta este estado de guerra no la tiene el ser repugnante que causa pavor nada más verlo sino cada uno, y en su totalidad, de los eslabones que configuran el entramado y desalmado negocio armamentístico. Petróleo, armas, religión, ambición, poder, supremacías… son los ingredientes de un cóctel que cíclicamente explosiona por donde menos se espera y mejor convenga.
Como siempre la población civil, aunque más informada que nunca, sabe apenas los entresijos de la guerra, tan sólo existe una diferencia en este conflicto con Libia que con los demás sucedidos a lo largo de la historia: que nunca hemos sido tantos haciendo el tonto. Las dos Libias cruzadas seguirán mostrando al "calavera" como emblema hasta que la muerte reparta suerte.
"A veces un "Tomahawk" bien dado puede curar a tiempo".
Oscar Molero Espinosa