He visto a los más grandes espíritus de mi generación, arrastrarse de madrugada por las calles de los negros, en busca de la droga urgente imperiosa, afirma Allen Ginsberg.

Ahora los estupefacientes, casi siempre con bebidas etílicas, son derrochados por unos 48.000 jóvenes de entre 14 y 18 años y que anuncian serios peligros de liarse con el cannabis y la cocaína.

Son el 2,2 por ciento de la población. Pero el fenómeno ya es alarmante, produciendo las secuelas de la falta de recuerdo, el pequeño rendimiento colegial, el abandono de las aulas y las discusiones, pueden ser los primeros indicios del problema. Los narcóticos también están en la raíz de los siniestros de circulación.

Estos fueron los resultados del Plan Nacional sobre Drogas, durante la exposición del informe 2007 sobre el derroche de alcaloides. Se ha descubierto un acrecentamiento del dilapido de la heroína; no se inyecta, se aspira en forma de pitillos, son los sonados «chinos».

La droga cuanto más se consume, con más imperiosidad se necesita. El vendedor ofrece, al adolescente incauto, que le llevará al paraíso, pero se calla que el precio que pagará es la propia autodestrucción, el deterioro físico y psíquico y que transformará el paraíso de unos instantes, en un prolongado e insoportable infierno.

La lucha contra el mercado y el consumo de drogas. La voluntad de detener esta perniciosa amenaza para el tejido social, que promueve el crimen, la violencia y contribuye a la destrucción física y emocional de muchas personas, exige un compromiso político, cooperación internacional y el apoyo de toda la comunidad, afirmó Benedicto XVI.

Clemente Ferrer Roselló

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