El Gobierno de Turquía, dirigido por Tarcyp Erdogan, está a punto de conseguir, por vez primera, que un Gobierno fundamentalista islámico ingrese en la Unión Europea. Aunque Turquía es una república laica, lo cierto es que la inmensa mayoría de los países islámicos, vota a un partido integrista y no existe libertad religiosa, especialmente para los cristianos.

Por otra parte, los sistemas policial y judicial turcos han sido denunciados ante todo tipo de organismos internacionales por el empleo de la tortura en los interrogatorios, así como por la falta de garantías judiciales.

La situación de la mujer en Turquía es la propia de una sociedad islámica, el sistema democrático se mantiene bajo vigilancia del Ejército (que hace una década expulsó del Gobierno al partido ganador de las elecciones, mediante un golpe de Estado apenas condenado por Occidente) y Turquía continúa condenando las aspiraciones kurdas a una cierta autonomía. Pese a todo, lo único que le ha exigido Bruselas es que aclare la cuestión chipriota y que legalice el divorcio.

No obstante, y a pesar de que menos de una décima parte del territorio turco se encuentra en Europa, los socialistas de la Unión se han mostrado especialmente indulgentes durante las negociaciones de pre-ingreso. La noticia del semi-acuerdo entre ambas partes ha provocado gran satisfacción en Marruecos, país africano e islámico que también aspira a formar parte de la Unión Europea.