La ministra de Vivienda del Reino de España, María Antonia Trujillo, está desencantada hasta para poner casa en Madrid. Trujillo es la cuota extremeña del Gobierno Zapatero. Llegó a Madrid con mucha ilusión (Lo que se dice se hace y lo que se promete se cumple, advirtió en su estreno como ministra). Recordemos que la vivienda, después del envejecimiento de la población, es el principal problema económico y social con el que se enfrenta la España de hoy. Y el fracaso económico del Partido Popular es, precisamente, el precio de la vivienda, desorbitado, inalcanzable, especulativo, absurdo. Por si fuera poco, la OCDE acaba de dictaminar que España es el país de Occidente con más pisos vacíos por habitante. Es decir, que el ladrillo es una inversión, no un refugio.
El plan de Trujillo era muy simple cuando el pasado mes de mayo de 2004 se trasladó a Madrid. Para reducir el precio de la vivienda sólo hay dos posibilidades: la opción liberal o la estatista. O se liberaliza el suelo y se multiplican las promociones o lo contrario : se lanza un plan de vivienda pública financiado por el Estado. Naturalmente, la segunda opción no está de moda. Sólo que la primera ha fracasado rotundamente y, por mucha medida liberalizadora que haya, el precio de la vivienda continúa subiendo imparable y amparando la corrupción política local.
El problema de Trujillo es que, simplemente, optó por la política estatista, por un plan de choque, financiado con cargo al erario público. Pues bien, cosechó el primer no del vicepresidente económico Pedro Solbes, quien, al igual que los otros tres hombres fuertes de la economía española (el asesor presidencial Miguel Sebastián, el ministro de Industria, José Montilla, y el responsable de Trabajo, Jesús Caldera), es capitalista de razón y corazón, con diferencias de matices entre ellos, pero, a la postre, capitalita.
El PSOE se considera un partido de izquierdas, pero se comporta como un capitalista liberal. A la economía, al menos, sí ha llegado el pensamiento único, y lo difícil es encontrar diferencias entre los políticos, porque las similitudes saltan a la vista. Solbes es intercambiable con Rodrigo Rato o Cristóbal Montoro. La diferencia es que estos dos últimos daban más confianza, quizás porque avalaban más y mejor. No, la diferencia está en la ministra más burlada (con permiso del titular de Exteriores, Moratinos) de todo el Gobierno Zapatero : Trujillo sí planteaba una alternativa, sólo que ha perdido la partida desde el primer momento y ahora no hace otra cosa que esperar el relevo.
Y claro, eso deprime a cualquiera. También a la ciudadanía.
Eulogio López