De un tiempo a estar parte abundan las tontiprogresías, que no son sino la obra de los tontiprogres, es decir de los intelectuales orgánicos del momento. Espiguemos las últimas que han caído en mis manos.
1. Las libertades, o son públicas o son obvias. Un diputado socialista me intentaba convencer días atrás de que no se podía decir que el Gobierno español persiga a la Iglesia, puesto que en España existe una verdadera libertad religiosa, y dado que cada cual puede profesar la religión que quiera. Ciertamente, y no sólo en España, sino en cualquier país de cualquier continente. Cada uno puede pensar lo que quiera, por eso, la libertad religiosa, como la libertad de pensamiento es obvia, no hace falta ni promulgarla ni defenderla: existe con la misma condición humana. Otra cosa distinta es la libertad de culto, que es pública, por externa, y que sí debe ser defendida por el Estado. Si el Gobierno no hace otra cosa que faltarle al respeto a la religión mayoritaria, y permite cualquier tipo de ataque a dicha religión, a su Dios y a sus lugares sagrados, entonces puede decirse que la libertad de culto, si no está en peligro al menos está en entredicho.
2. Para acabar con el hambre y la miseria nada mejor que el derecho a la salud reproductiva. Días atrás, esta idea fue repetida hasta la saciedad durante la presentación del informe del Fondo de Naciones Unidas para la Población, la principal organización abortera y esterilizadora del mundo, naturalmente de Naciones Unidas. En el Círculo de Bellas Artes de Madrid, cómo no, tenía lugar este acto en el que participaban el Federación de Planificación Familiar (nada que ver con el aborto, naturalmente, eso son calumnias) y la Secretaría de Estado de Cooperación, de nuestra nunca bien loada Leire Pajín (palabra que se llama así), que es la que pone la pasta, nuestra pasta.
Y lo cierto es que tienen razón. La forma más eficaz y rápida de terminar con el hambre es matar al hambriento, que inmediatamente deja de sufrir hambre y desnutrición. Es más, esterilizas a la señora y ya no tendrá hijos hambrientos. Convendrán conmigo en que es un sistema más rápido que dar de comer a madres e hijas.
3. Si hablas bajito eres tolerante. No es broma. Cada vez son más los que confunden el respeto con lo que antes se denominaba guardar las formas.
4. Hay que respetar las ideas de los demás. Otra tontiprogresía. No señor, no hay que respetar las ideas del prójimo, sino al prójimo. Si censuras la homosexualidad eres un homófono, por mucho que respetes a los homosexuales. Además, respetar las ideas ajenas es una cursilería: las ideas están para ser puestas de lado y del revés, auscultadas, analizadas, diseccionadas, machacadas, contrargumentadas. Lo único inanimado que debe ser respetado son aquellos principios cuya puesta en entredicho podrían ofender al prójimo. Y no por los principios, sino por el prójimo.
El único que merece respeto es el ser humano ni tan siguieras las instituciones. Respetar al otro es ecuanimidad, una de las derivadas de la prudencia: es pensar en que el adversario puede tener algo de verdad en lo que dice. Respetar al contrario es, en definitiva, lo que nuestros abuelos llamaban comprender al prójimo.
Claro que para eso, como requisito previo, hay que creer que la verdad existe. Porque si la verdad no existe, la tolerancia no tiene ningún sentido.
5. Si vienen muchos inmigrantes no podemos darle de comer. Recientemente, el presidente Zapatero repreguntaba en voz ala: ¿Puede alguien dirigirse a los españoles y decirles que aceptemos a todos los inmigrantes que quieran venir? Pues la respuesta es: sí. No es la economía la que crea riqueza sino el hombre le que hace la economía y la riqueza. En principio, a más hombres más riqueza. Otra cosa distinta es los desequilibrios puntuales que pueden crearse si los flujos migratorios caminan siempre en una misma dirección.
Semejante a esta progretontería es la de la superpoblación sobre el planeta, sentimiento que angustia a tantos tonti-progres, que confunden el exceso de personas con el hecho de que en el siglo XXI, un 80% de la población mundial vive arracimada, casi unos encima de otros (con perdón).
Pero no sólo es eso : es que, además, las crisis modernas son crisis de sobreproducción. El problema es que nos sobran cosas y no es poco problema- no que nos falten. Aunque los libros de texto sigan hablando de sobrepoblación, lo cierto es que las tesis maltusianas ya no se las cree nadie, aunque todos vivamos aún en el miedo maltusiano porque somos tontiprogres.
Es sólo un elenco : las progretontunas tienden hacia el infinito.
Eulogio López