Día de Aragón en Madrid, gran fiesta. Preside, como debe ser, el presidente socialita de la Comunidad, Marcelino Iglesias. Pero el héroe de la noche no es él, sino el turolense Manuel Pizarro, presidente de Endesa, para quien fueron todos los parabienes y una exclamación repetida en muchas bocas: ¡Resiste, Manolo!, con algunas variantes, como ¡Dales duro!, ¡No pasarán!, naturalmente referidas a Gas Natural en particular y a los catalanes en general.
Marcelino Iglesias, por contra, estaba triste y mohíno. Sus socios del partido Aragonés Regionalista (PAR) no quieren saber nada de él. Se marchan y en 2007 ya se vislumbra un pacto PP-PAR. Las encuestas, fatal, oiga usted. El PSOE perdería hoy, todavía queda un año, un tiempo larguísimo en política- tanto Aragón como Zaragoza. Que es la mitad de la población aragonesa.
Y por si fuera poco, Iglesias puede irse en medio del desastre de la nueva televisión aragonesa. Según el presidente de la Diputación General de Aragón, sus dos principales objetivos políticos son: Un estatuto que nadie quiere, y la televisión aragonesa, en una tierra grande y despoblada. Por si fuera poco, asoma la figura de su jefe de Gabinete, Manuel Gracia, quien cesó a Eduardo Foncillas, nombrado por las Cortes de Aragón y firmó un extraño convenio con Telefónica para que la compañía instalara la tele en tan vasto territorio con la esperanza de que apoye publicitariamente a un medio de comunicación que necesariamente va a resultar deficitario.