La verdad es que la firma de lujo francesa LVMH exigía 100 millones de euros al banco de inversión más importante del mundo, Morgan Stanley, en concepto de perjuicios causados por un mal análisis financiero. El Tribunal de Comercio parisino les ha concedido 30 millones de euros, pero ha desatado una auténtica revolución en el sacrosanto mundo de la banca más elegante: la banca de inversión. De hecho, otra firma francesa, Sodexho, acusa al principal banco del mundo (para ser exactos a su filial Smith Barney), Citigroup, por algo muy similar: una "información incorrecta" de Smith Barney habría provocado una caída del precio de las acciones de Sodexho Alliance. Lo cierto es que la sentencia parisina ha sentado jurisprudencia y ha roto uno de los axiomas más respetados (aunque nadie sepa por qué) en el sistema financiero internacional. Hasta el momento, se entendía que los analistas de un banco de inversión emitían juicios y que estos juicios podían ser escuchados o desatendidos, pero no refutados. El empresario del lujo, Bernard Arnault, ha roto con este dogma. Y, a partir de este momento, todos se han echado a temblar.
No conviene olvidar que hasta ahora estamos hablando de información incorrecta y no de intereses espurios, es decir, de que los bancos de inversión aprovechaban sus informes para ganar dinero, dada su doble ocupación: analizar e invertir.
Es más, por de pronto, los bancos de inversión se están planteando un nuevo tipo de análisis financiero, que supondría un análisis rigurosamente objetivo de los balances de una compañía, sin asesoramiento ni consejos para el inversor. Un análisis que resultaría mucho más objetivo, menos perseguible económicamente y, al mismo tiempo... menos interesante.
Otra de las posibilidades que se están barajando es la de no hacer público ningún tipo de informe, en cuyo caso sería utilizado por el propio banco de inversión, y por nadie más.