Un año después de su independencia, el país se encuentra sumido en un auténtico caos y los norteños siguen huyendo hacia el sur

-Al mismo tiempo, no cesan los conflictos por el petróleo con el Sudán islámico

-La gran labor de instituciones cristianas como Ayuda a la Iglesia Necesitada permite satisfacer las necesidades más básicas de la población

 Hace justo un año, el 9 de julio de 2011, nacía un nuevo país en el mundo: la República de Sudán del Sur. En aquel día de la independencia, todo era celebración en un país que había sufrido más de tres décadas de Guerra Civil con el norte musulmán. A dicho acto acudieron los grandes mandatarios internacionales como el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, que hicieron grandes promesas de que, a la par que el país lograba al fin la ansiada libertad, la comunidad internacional haría lo posible para que la joven nación alcanzase la prosperidad.



No obstante, tan sólo un año después, la situación es desesperada. La joven República se halla inmersa en una crisis sin precedentes que la ha convertido en el país más pobre de África. Uno de los principales aspectos que contribuye a la grave situación de inestabilidad son los graves conflictos con Sudán, sobre todo por el control del petróleo, ya que las reservas del país se encuentran mayoritariamente en Sudán del Sur, que alberga el 75% de las reservas del oro negro de ambos territorios.Esta situación hace que arrecien los conflictos armados entre Sudán del Sur y sus vecinos del norte, ya que éstos últimos están dispuestos a controlar el tráfico del petróleo aún a costa de masacrar a la población sursudanesa, algo que ocurre día a día.

Otro gran problema es la migración masiva de ciudadanos de Sudán del Norte, donde impera la ley islámica, hacia el sur que es democrático y de mayoría cristiana, con el agravante de que el país sureño no cuenta con las infraestructuras adecuadas para acoger a los refugiados, cuya situación es crítica ya que no pueden volver al norte musulmán. Allí serían discriminados y, en muchos casos, asesinados.

No obstante, los problemas de Sudán del Sur no son sólo externos sino también internos, ya que el país sufre una gran corrupción por parte de los altos miembros de la Administración que han hecho suyos 4000 millones de dólares destinados a satisfacer las necesidades más básicas de la población, situación que ha sido denunciada

 por el presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir, quien a pesar de sus esfuerzos, no cuenta todavía con un Gobierno que pueda crear una Administración eficaz para resolver los problemas del país. Otro grave problema es la carencia de infraestructuras como autopistas o maquinaria para extraer el petróleo, lo que supone que a pesar de que el país cuenta con grandes reservas de petróleo, no puede comercializarlas al exterior. Ello significaría  la principal fuente de ingresos para un país sumido en la pobreza y la miseria más extremas.

Especialmente preocupante es la situación de los cristianos en Sudán del Norte, donde fueron discriminados por la población musulmana y condenados a vivir en situaciones infrahumanas. La situación generó el éxodo masivo de los cristianos hacia el sur, donde son mayoría y conviven en plena armonía con los animistas y donde, aunque cuentan con libertad, sufren la miseria que asola al país.

Por este motivo, hay que agradecer la labor generosa que realizan numerosas organizaciones cristianas en el país, entre las que destaca Ayuda a la Iglesia Necesitada. Entre sus principales labores de ayuda destaca la creación de escuelas en Sudán del Norte para los niños de familias cristianas -ya que en el norte musulmán no tenían derecho a la educación- o la provisión de alimentos, ropa y medicinas a los refugiados por el conflicto armado entre Sudán y Sudán del Sur.

En el aniversario de su independencia, Sudán del Sur sigue atravesando una situación desesperada y, hoy más que nunca, es necesario que este país reciba el apoyo de la comunidad internacional y, en especial, de las naciones occidentales, para que pueda alcanzar la prosperidad, una prosperidad que a día de hoy parece, al menos, inviable.

Gabriel López

gabriel@hispanidad.com