Ocurrió un 25 de noviembre de 1844, en la Carrera de San Jerónimo. Su Señoría, el diputado Fernando Calderón Collantes, Marqués de Reinosa, disertaba en la tribuna de oradores de las Cortes, para concluir su intervención una frase marmórea: La pobreza, señores, es signo de estupidez. Con ello, el señor marqués no pretendía ser cruel. Como dicen en la Argentina la de hoy, no se si la de 1844-: no te estoy insultando, te estoy informando. Sencillamente, se trataba en la Cámara el asunto del sufragio censitario, y don Fernando se hacía cruces ante la posibilidad de contemplar aquella nobilísima estancia repleta de proletarios, presumiblemente malolientes.

La pobreza es signo de estupidez: ¿por qué el copista no hace referencia a reacción alguna por parte de Sus Señorías, fueran de derecha o de izquierda, negros o progresistas? Pues porque no hubo ni chillidos ni aplausos: sólo una muda aceptación general, un consenso global sobre el principio de que, en efecto, la pobreza es signo inequívoco de imbecilidad. Y la prueba es que, si no fueran imbéciles, habrían progresado.

Estaba claro que sólo los ricos, burgueses o aristócratas lo mismo da, pero ricos y, a ser posible, rentistas, pueden decidir de forma ecuánime las abstrusas cuestiones que conlleva el gobierno de la nación. El que vive de un sueldo es pobre, y por pobre, lleva la marca de la idiocia. El sufragio censitario no era clasista ni racista: sólo plutócrata. De hecho, a día de hoy, dos siglos después, los ricos no consiguieron evitar el sufragio universal, así que han decidido controlar la democracia por la vía que les es propia: por el control mediático.

Me he acordado del Marqués de Reinosa cuando eh leído el penúltimo informe de la patronal del metal, Confemetal, acerca de la subcontratación, donde pueden encontrarse perlas como las siguientes: la subcontratación supone el desplazamiento hacia entidades empresariales autónomas o independientes, de funciones o actividades del ciclo productivo que previamente se desarrollaban por una misma empresa, constituyendo una práctica enormemente positiva que se da en todos los sectores de la economía.

Esta práctica tan enormemente positiva no es sino el cáncer de la economía moderna, el nuevo curso de los plutócratas. Es decir, de todo aquel empresario que no quiere comprometerse con trabajador alguno. La subcontratación ha producido efectos como los siguientes:

- Corrupción pública. Dicho de otra forma: vivir de la licencia o de la concesión administrativa. En efecto, estamos rodeados de emprendedores que no buscan montar una compañía sino especular con el suelo o con una licencia. Ejemplo : las energías renovables especialmente la eólica, se han convertido en el mejor chollo del nuevo rentista: uno consigue que el gobierno autónomo de turno le conceda una licencia para instalar aerogeneradores y ni tan siquiera tiene que preocuparse de comprar los molinillos, buscar el solar, los clientes Lo único que tiene que hacer es vendérselo a la eólica o a la eléctrica de turno. Por la única factoría por la que tendría que pasar sería la Notaría. Naturalmente, no tendrá que contratar proletarios de ningún tipo. No contrata, y, en este caso, ni tan siquiera subcontrata trabajadores, sólo la licencia que le han dado por la cara.

La especulación del suelo es otra forma de corrupción fomentada por quienes crean empresas sin trabajadores: compraventa de suelo y recalificación de terrenos. Para eso no se necesita cargar con proletario alguno.

-Precarización del empleo. Si las empresas subcontratan todo es por la sencilla la razón de que gobernar factorías con grandes plantillas es muy complicado. Por ello, lo que hacen es subcontratar servicios. Así se evitan cualquier ligazón con el factor humano, que no hace más que provocar problemas, y de paso consiguen que no haya sindicatos ni plataformas reivindicativas. Conclusión: los obreros cobran menos y tienen menos seguridad en el empleo. De hecho, en algunos sectores las inmensa mayoría de las subcontratas se guían por contratos de obra o echan mano de ETT. El sector mismo de las ETT no es más que la institucionalización de la subcontratación y el correspondiente imperio del contrato temporal.

- Los falsos autónomos y la consiguiente merma de ingresos en el Sistema de la Seguridad Social. En las empresas periodísticas españolas, por ejemplo, se está poniendo de moda no incorporar redactores, sino pedirles que trabajen para el miedo, a ser posible en exclusiva, y que ellos mismos se saquen la licencia de autónomo (mínimo de 230 euros mensuales). Tanto es así, que el Estado, siempre tan diligente a la hora de cobrar, ha encontrado un nuevo filón, en aquellos trabajadores por cuenta ajena que realizan otras actividades como, por continuar con periodistas, colaboraciones en otros medios. Ahora exigen la cuota-parte de cuotas sociales -no de IRPF, sino de cuotas- con los consiguientes atrasos e intereses de demora.

En resumen, la subcontratación no es sino una forma de pagar menos y robarle seguridad en el empleo al trabajador. Está claro que habrá que dejar votar a los proletarios, pero lo que no es tolerable es que resulten elegidos o, traducido al mundo económico, que el proletario se convierta en pudiente: todavía hay clases.

Mientras tanto, la subcontratación continuará siendo una práctica enormemente positiva. Lo que no sé es para quién.

Eulogio López