No busquen más: aquí tienen el resumen de la economía moderna, del más moderno capitalismo y el ultramoderno biotipo de señor respetable: se llama George Soros, en entrevista servida por El Semanal, edición del 3 de agosto.

George se confiesa especulador, e incluso nos advierte que los mercados actuales no han formado la acostumbrada y pasajera burbuja histórica, sino la superburbuja con ánimo de permanencia. E incluso, en un alarde supremo de sinceridad, asegura que el Estado del Bienestar se va a acabar, como consecuencia, miren por donde, del reinado de los mercados. Es decir que uno de los mayores especuladores financieros del mundo reconoce que ellos son los causantes de la actual crisis económica. Es curioso, cuando afirma eso mismo, Juan Español le acusa de visionario, ignorante y demagogo. Al parecer, entre los gravísimos vicios del capitalismo financiero no se cuenta la mentira, y esto es muy de agradecer. Lo digo en serio.

La verdad es que más que la desaparición del Estado del Bienestar –que no fue un mal invento de la postguerra europea-, lo que me preocupa es el imperio del dios mercado, lo que podríamos calificar como mercado del malestar ligeramente generalizado, en el que unos pocos especuladores hacen su agosto a costa de crisis periódicas que afectan al resto de la humanidad, a la economía real. Hablo, por ejemplo, de la crisis de ahora mismo. Y es que la causa de la actual crisis ha sido la codicia humana en forma de especulación en los mercados financieros, que se han convertido en un parásito, no en un apoyo de la economía real, que es para lo que nacieron.

Es curioso que el propio Soros pida que le regulen. La confesión general del multimillonario de origen húngaro es muy sencillo: sí, soy culpable de haber creado el monstruo, pero soy incapaz de destruirlo así que, por favor, "regúlenme". Actúa aquí nuestro hombre como todos esos héroes caídos que han renunciado a su libertad, como esos violadores que solicitan la castración porque aseguran que volverán a masacrar a quien se encuentren por delante si les dejan libres.

Y es verdad que contra la especulación financiera, el mayor desastre de la historia de la economía, sólo se puede luchar con impuestos –si quieren, llámenle regulaciones- es decir, una especulación creada en nombre de la libertad absoluta sólo se recorta cercenando esa libertad. Soros, que como buen millonario es alérgico al fisco, pide que se pongan límites a las inversiones de los fondos de pensiones. Pero hombre, Georges, ¿no habíamos terminado con los sistemas de previsión social para que fueran esos fondos quienes pagaran las jubilaciones futuras y así nos evitáramos la solidaridad intergeneracional del sistema de reparto? ¿Cómo vas a ponerle límites?

En cualquier caso, la confesión general de nuestro especulador no es total. Pide excusas por haber colaborado activamente en la era de mayor esplendor de la codicia, desarrollada dentro del respetable escenario de los mercados financieros, pero asegura haber dedicado más del 60% de sus ganancias a obras filantrópicas. Y es que los millonarios pueden conseguirlo todo con su dinero salvo una conciencia serena. Por eso invierten grandes sumas de sus ganancias –todavía le queda el 40%, porcentaje que tampoco puede gastar, porque le falta tiempo- en filantropia. Soros es otro de los grandes adalides del Nuevo Orden, que considera que el principal mandamiento de la filantropía no consiste en acabar con la miseria sino en acabar con los miserables, que es procedimiento mucho más eficaz y a los millonarios les encanta la eficiencia.

Pero volvamos a la especulación. Mire usted, señor Soros, si quiere usted ser un filántropo, termine con la especulación. Es muy sencillo: deje de comprar y vender en bolsa y, con todo lo que ha ganado compre la General Motors, que no atraviesa su mejor momento, desde que no la rigen empresarios ingenieros sino gestores financieros. Olvídese de las finanzas y dedíquese a ser un buen empresario. Fabrique coches –o lo que le venga en gana- ofrezca un servicio social con todo el ánimo de lucro que quiera. Juéguesela con la GM, hasta el final, fabricando algo útil para el bien común. Gestione GM, no especule con sus acciones. Con ello le hará un mayor favor a la humanidad que con todas sus obras altruistas puestas en fila. Y nadie podrá acusarle de especulador. Porque puede asegurarle que los sujetos de su filantropía no necesitan que especule, sino que produzca.

Y la especulación bursátil, como el virus del sida, como la ETA, no necesita ser regulada: lo que necesitamos todos es que desaparezca o que se reduzca al imprescindible para mantener la liquidez de los mercados, especialmente del mercado primario. Porque todos los problemas económicos del mundo pueden resumirse así. Que usted, señor Soros, sea más famoso y más admirado por los jóvenes que el CEO de la GM.

Y eso que no me gusta la GM. No por especuladora, sino por grande. Pero esa es otra cuestión.

Eulogio López