Florentino Portero ha escrito un artículo en el diario ABC, titulado "El Órdago Chechenio", muy comentado en las emisoras de radio españolas durante la mañana del jueves 2, a pesar de no figurar en un sitio especialmente destacado. Y es para comentarlo. Dice Portero que "el éxito (del terrorismo islámico) está casi garantizado, porque los asaltantes están dispuestos a morir y el número de víctimas, mayoritariamente niños, es muy elevado. El mensaje, una vez más, es muy claro: Occidente poco puede hacer frente a unos terroristas dispuestos a inmolarse, sólo cabe la rendición, la liberación de los territorios ocupados y la aceptación del triunfo de la escuelas fundamentalistas del Islam".

 

La verdad es que no queda claro si se trata de una propuesta o de una advertencia, pero el párrafo da pábulo a pensar que lo que debe hacer el mundo libre es, precisamente eso, rendirse. Y, probablemente, el éxito de este despiece, o complemento a una información, radique en el de todo artículo que recoge un sentimiento, o un temor, que la mayoría tiene en la comisura de los labios: Rindámonos ante la barbarie.

 

La verdad es que la respuesta al terrorismo salvaje no puede ser lo que la izquierda daba en llamar un terrorismo de Estado, ni puede ser el recurso de George Bush: Si Iraq simpatiza con algunos grupos terroristas, fulmino a Iraq. En primer lugar, cuando uno recibe una bofetada hay que tener mucho más valor para aguantarse que para responder con otra, lo que casi es una reacción automática.

 

Pero luego hay que rechazar el sentimiento que describe Portero, el mismo que llevó a La Moncloa al PSOE: el Síndrome de Estocolmo, la sensación de que a los 192 muertos del 11-M los asesinó Aznar, y no los terroristas que colocaron las bombas en los trenes. Aznar era un personaje intelectualmente mediocre, ideológicamente acomplejado, pero no un asesino.

 

Y en cualquier caso, lo peor es que el sentimiento de Portero está cundiendo en Occidente. Occidente está renunciando a la legítima defensa (que no es la guerra de Iraq). Rendirse ante el chantaje del terrorismo suicida o ante la industria del secuestro es rendirse a lo que hay detrás de suicidas y secuestradores: mentira y esclavitud.

 

Es propio de una sociedad sin nervio, acuosa, de alimentación ‘light", partidaria del sexo seguro, la estabilidad de los cementerios, el odio a la vida, la carencia de vitalidad y muy, muy cobarde, rendirse antes de luchar. Porque quien no lucha por la vida y por la libertad, acaba perdiendo libertad y vida.

 

Vuelvo a insistir en la figura de George Bush. En plena convención republicana, nunca, que yo recuerde, un presidente norteamericano concitó tantos odios en los cinco puntos del globo, tanto por gente de izquierdas como por conservadores convencidos. Si la humanidad entera votara el próximo mes de noviembre, John Kerry tendría asegurada la Casa Blanca. Y el odio a escala planeta contra George Bush es el mismo odio que en España sigue provocando José María Aznar, a pesar  de que ya no cuenta con poder alguno. Ese odio está propiciado por el miedo, por el Síndrome de Estocolmo que sufre el planeta, que ante tanto terror, con secuestro de niños incluidos, degollamientos televisados y violencia sin fin, no busca una solución, sino un culpable. Ya lo ha encontrado: se llama George.

 

De todas maneras, no se inquieten. Florentino Portero es un historiador muy "tuselliano", gente flexible, tan por encima de la izquierda y la derecha políticas que pueden cobrar sabrosas subvenciones de ambas sin que se les corra el inmute el rictus. Así, Portero es secretario del Grupo de Estudios Estratégicos, que, en su momento, apoyó la guerra de Iraq. El Grupo está ligado al famoso Instituto Elcano, entre otras cosas, por Rafael Bardají, fundador del mismo y hombre fuerte de Elcano, otro de los bastiones aznaristas para defender su política de apoyo a la invasión de Bagdad. Sin embargo, lo que son las cosas: Llega Zapatero al poder y Portero nos comunica que a la ira terrorista no hay manera de pararla. Es posible que puedan conciliarse ambas ideas, pero, cuando menos, el viraje resulta llamativo.    

 

Insisto, y van tres: George Bush se equivocó con la guerra de Iraq, pero no es casual que sea el único estadista mundial con principios, que defiende la vida y la familia, y que está dispuesto a plantarle cara al enemigo, que no es otro que la tiranía terrorista.

 

Eulogio López