Cuando uno habla de educar a los niños en una sana sexualidad, vinculada al amor, a la fidelidad, al matrimonio y los hijos, te llaman reprimida y represora. Algunos hablan de que el sexo no puede ser un tema tabú y por tanto que no pasa nada porque los dibujos animados expliquen a los más pequeños que amor y matrimonio no tienen una especial vinculación, o que el amor se puede dar entre hombre y mujer lo mismo que entre hombre-hombre o mujer-mujer; tampoco pasa nada porque menores de edad puedan acceder a una píldora abortiva mientras sus padres están en la higuera, al fin y al cabo el sexo es una actividad más a la que los jóvenes pueden dedicar su tiempo de ocio.
Y no olvidemos que si alguien se atreve a recomendar la castidad y la fidelidad como la mejor forma de prevenir el SIDA sólo puede deberse a perjuicios religiosos propios de seres de las cavernas. Parece que el sexo no tenga más relevancia que la que tienen el comer y el dormir, y sin embargo ¿no son justamente su vanalización y abuso el caldo ideal para que se extiendan redes de pedofilia como la que hoy ha salido tristemente a la luz? Los autores materiales de esas barbaridades que hoy hemos descubierto son los primeros y verdaderos culpables, sin duda, pero ¿no conseguiríamos evitar estos casos o al menos detectarlos antes, si respetáramos más la sexualidad humana?
Mercedes Fuster Freixa
mfffusterfreixa@telefonica.net