Un día después, Capital Madrid publicaba un espléndido artículo sobre el caso que, por su interés, reproducimos aquí.
Y también me alegra que el portavoz socialista en el Congreso, Ramón Jáuregui, coincida en el adjetivo que les atribuimos a los emolumentos de FG: inmorales. Ya lo decía Hegel: las diferencias de grado terminan por ser diferencias de naturaleza. Y en tiempos de crisis, se trata de una naturaleza muy molesta.
En cualquier caso, la reforma micro más urgente consiste en que demostrar que las hojas son verdes, en volver a la evidencia. Que sean los propietarios quienes decidan cuánto debe cobrar el ejecutivo que administra su dinero. El cáncer de la alta dirección de empresas consiste en trabajar para la alta dirección, no para la empresa.
En el caso de FG, el asunto resulta más sangrante, por cuanto no sólo se ha convertido en millonario en tiempos de crisis, mientras sus accionistas pierden dinero (por la devaluación, la modestia en el dividendo y los 300 millones de euros que les han hecho perder los intermediarios de FG con Madoff) y sus trabajadores son externalizados, sino que utiliza el dinero de esos accionistas como muralla frente a opas hostiles... que beneficiarían a esos accionistas.
Eulogio López
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