Me comenta uno de los candidatos a ocupar el cargo de vicepresidente económico con Mariano Rajoy: "Para mí, lo mejor es que se hable de mí como posible ministro pero que Mariano no me lo ofrezca. Porque lo que nos vamos a encontrar no se lo deseo ni a mi peor enemigo". Unas palabras que resumen a la perfección la encrucijada en la que se encuentra Mariano Rajoy, quien no encuentra la figura clave de su presunto próximo Gobierno: el rector de la política económica. ¿O es que se vota algo más en estas elecciones?
Se equivocan quienes aseguran que Rajoy no piensa en ello hasta que llegue a La Moncloa. Eso no es verdad, entre otras cosas porque todo Occidente -no olvidemos que la economía española está intervenida-, así como el mundo empresarial y financiero quieren, si no conocer el nombre, sí el retrato robot, y algunos de los candidatos que más suenan no encajan en algunas de las condiciones solicitadas, alguno en ninguna y ninguno en todas.
Lo que ocurre es que en este caso no es el cargo quien lleva al hombre sino el hombre el que condiciona el cargo. Por ejemplo, si Rodrigo Rato, cada vez más convencido de que no debe volver a la política, fuera elegido -es el primero en quien pensó Rajoy- se crearía una vicepresidencia primera -casi copresidencia- bajo cuya batuta estarían los dos departamentos económicos y la diplomacia exterior, es decir, la cancillería.
Ahora bien, la oferta a Rato conllevaba entrar en las listas, porque el presidente de Bankia tiene tirón electoral interno y prestigio económico externo. No se ha dado, por lo que las combinaciones ya son muchas. Ante un Rato remiso, Rajoy optó por lo más sencillo: vicepresidenta primera Soraya Saénz de Santamaría, de baja maternal, y vicepresidente económico Cristóbal Montoro, actual portavoz de Economía. Ahí fue Troya: comenzó la campaña contra Montoro: no sabe inglés, no tiene presencia internacional, imposible. Y así fue, porque Montoro fue condenado a las listas de Sevilla, cuando lo lógico hubiera sido que siguiera a Rajoy en Madrid.
Por cierto, que el presidente del BBVA, Francisco González (FG) recuerda que él sí que sabe inglés. Le está dedicando tres horas diarias a mejorar esta lengua y ahora brilla en el lenguaje de Shakespeare. El presidente del BBVA se ha trabajado el cargo, es el más entusiasta del mismo, pero un banquero como ministro económico puede resultar peligroso.
Otrosí, Manuel Pizarro, amigo del anterior. A pesar de su desencuentro tras las elecciones de 2008, el hombre que ahora mismo cuenta con más probabilidades de ocupar la cartera maldita, pero decisiva, es Manuel Pizarro, una de cuyas ventajas es que no es un político profesional, esto es, que no necesita vivir de la política. Reforzaría la imagen de independencia. Y sí, Pizarro se mantiene en contacto con Rajoy y, además nunca le ha pedido nada, algo que agrada sobremanera al gallego. A día de hoy, tras cotizar Montoro a la baja y con Rato cansando, y mucho, para Rajoy es el candidato que cuenta con más posibilidades.
Otros nombres: los tecnócratas, Fernando Bécquer y Luis de Guindos. Carrera industrial el uno y bancaria el otro, ambos con experiencia en la Administración pública. A García-Margallo, hombre muy próximo a Rajoy, le falta proyección. Por último, Jaime Caruana, el jefe de ese poder desconocido que es el BIS. Pero Caruana ni conoce a Mariano Rajoy y, además, el ex gobernador del Banco de España no quiere cometer el mismo error de Rato en el FMI: debe acabar su mandato en Basilea y le quedan tres años. Y Rajoy apenas sabe quién es González Páramo.
En definitiva, a Rajoy se le atraganta su ministro de Economía. Además, hay otro factor que no conviene olvidar: al que le toque el cargo va a tener que tocar tantas teclas -un castizo diría tantas narices- que no es improbable que tengamos ministro de Economía para un año, o dos a lo sumo. Es decir, un amante del holocausto que ponga en marcha las píldoras margas que se precisan y que luego deje paso al ministro definitivo de la era Rajoy.
Sólo hay una cosa clara: Rajoy debe mandar una señal al mercado. Y más que al mercado, a Bruselas y a Berlín. Y no: Rajoy no pude esperar.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com