El capitán Jack Sparrow vive su cuarta aventura en pantalla en Piratas del Caribe: En mareas misteriosas. Y destacamos a este singular personaje porque, incluso más que en las tres entregas anteriores, el capitán pirata que encarna Johnny Deep sigue siendo el mejor reclamo de la película.
En esta cuarta entrega (que quiere partir de cero) hay dos cambios fundamentales: ya no aparecen en pantalla la pareja protagonista de la trilogía anterior (interpretada por Orlando Bloom y Keira Kgnihtley) y el director Gore Verbinski ha sido sustituido por Rob Marshall (conocido por los musicales Chicago y Nine). El primer asunto está bien resuelto con el coprotagonismo de una mujer peligrosa llamada Angélica, bien defendida por Penélope Cruz, y el segundo aspecto se subsana con un guión más elaborado que en las dos entregas anteriores, debido a que se ha tomado como inspiración un libro de piratas del mismo nombre firmado por Tim Powers. No obstante, esta nueva aventura no llega nunca a la calidad, la comicidad y el resurgimiento del género que supuso Piratas del Caribe: La maldición de la perla negra.
Filmada en 3D, Piratas del Caribe: En mareas misteriosas narra la búsqueda incansable de la Fuente de la Juventud por un sinfín de personajes, entre ellos la bella Angélica (una antigua amante de Jack Sparrow) quien así pretende salvar la vida de su padre: el pirata Barbanegra. En esta carrera marítima no sólo se enfrentarán piratas, sino también dos coronas, la británica y la española.
Como en las anteriores películas de la saga, Piratas del Caribe: En mareas misteriosas es trepidante en muchas secuencias de acción y juega a ser espectacular y terrorífica en otras (la de las sirenas) que, por cierto, no la hacen adecuada para menores de 7 años. En su contra tiene que es excesivamente larga de metraje (dos horas y diez minutos) lo que provoca que el ritmo de la película sea desequilibrado y que los fallos de guión se subsanen con interminables piruetas, peleas y lances que, si bien harán las delicias del público que sólo busca el entretenimiento, puede provocar cierto empacho en otro tipo de espectadores.
A destacar que los españoles se muestran en la película como gente cerrada en su fe, incapaz de creer en leyendas y supersticiones. Algo que, por el contrario, puede tener hasta una lectura positiva.
Para: Los mayores de 7 años que aguantaron estoicamente las dos anteriores entregas, tremendamente aburridas