Por eso UGT y CCOO, no sólo están pensando en paralizar el transporte colectivo -algo que cabrea mucho a los que viven en los suburbios, es decir, a los trabajadores-, sino las carreteras de acceso a Madrid y las de circunvalación de las mismas. Es decir, no se trata de colapsar el transporte público sino el transporte privado. No serán pocos los que mañana utilicen el coche -las gasolineras de Madrid están teniendo mucho público hoy martes- ante el previsible placaje de los piquetes convencitivos sino del señor que quiera ir a trabajar en su coche privado, aunque se gaste un dinero en gasolina y aparcamiento y aunque se enfrente a un interminable atasco. Es igual, el concepto de piquetes convencitivos, invención conceptual y lingüística al que me he quedado pegado, nos lleva, no al terrorismo sindical, sería una exageración, sino al gamberrismo sindical.
CCOO y UGT son sindicatos muy ricos pero muy agónicos. Han perdido todo apoyo social aunque no presupuestario. Otros sindicatos están preparados para sustituir a las centrales de clase, de origen marxista. El miércoles 29 se juegan su ser o no ser, su demostración de fuerza y están dispuestos a todo. Han encontrado el enemigo a batir, Esperanza Aguirre, y han colocado al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, en una situación difícil: deseoso como está el Gobierno de que la huelga sea un éxito, la presidenta madrileña del PP se ha convertido en el objetivo. Si se paraliza Madrid no sólo se habrá conseguido el éxito sino que, además, se habrá convertido en la primera huelga general contra la oposición. El día después, el día 30, podemos volver a pensar en el bien común.
Y por cierto, muy bueno lo de Zapatero prometiendo diálogo para ese día después... ¡sobre la reforma de la jubilación! Considerando que reformar las pensiones significa bajar las pensiones esto se va a poner divertido.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com