Hay una diferencia entre Jesús Polanco y Pedro J. Ramírez. El primero utiliza de forma espúrea su poder informativo en beneficio de su topoderoso grupo editorial. Pedro J. es más humilde: utiliza el diario que dirige para su exclusivo beneficio personal. El director de El Mundo necesita cesar a alguien (ministro, banquero o empresario) de forma periódica a fin de corroborar su poderío.
Ahora le toca el turno al presidente de Telefónica, César Alierta. Ramírez estaba convencido de que con la llegada de Rodríguez Zapatero al poder, y a cambio de sus favores editoriales (babosillo el suplemento dedicado el viernes 2 de julio al 36º congreso del PSOE), el Gobierno le concedería la cabeza de Alierta.
Nosotros diremos que se equivoca, y que Zapatero podrá deslindarse del felipismo todo lo que quiera pero siempre seguirá siendo un hombre de partido, de los que perdonan pero no olvidan. Por ejemplo, no olvida que fueron los escándalos publicados por El Mundo los que acabaron por llevar a los socialistas a la oposición. En cualquier caso, el editorial del viernes 2 de julio del diario El Mundo es un perfecto resumen de la política de Pedro José, dispuesto a manipular al poder judicial, para conseguir sus propósitos. Como ya hemos informado, el caso Alierta es una operación fea, pero no delictiva. Al menos esa es la opinión de Hispanidad. Ramírez no está haciendo otra cosa que instrumentalizar tanto a los jueces como a asociaciones de accionistas directamente ligadas a su periódico para utilizarlas como denunciantes.
Naturalmente, los medios de comunicación pueden ser interesados pero no idiotas. El jueves 1 de julio, el juez Santiago Torres (un sorprendente magistrado dispuesto a seguir con el caso Alierta, incluso a costa de ver reducido su rango profesional) imponía una fianza de casi 5 millones de euros a César Alierta y desobedecía a
Y tiene toda la razón, don Pedro Jota. Ha sido unánime la actitud de los medios informativos españoles: ninguno le ha secundado y todos consideran que, en efecto, el caso Alierta (insistimos, una operación poco elegante) no es el pecado mortal que pretende Pedro J. Ramírez por motivos muy claritos. Y no puede aducir intereses publicitarios el señor Ramírez. Él sabe mejor que nadie que Telefónica no puede retirarle la publicidad al periódico El Mundo. Lo hizo en su momento y le cayó encima un chaparrón de críticas. Es más, desde el año 2000 hasta hoy, el Mundo ha recibido de Telefónica más de 30 millones de euros en ingresos publicitarios.
Por otra parte, los confidenciales, al parecer, tenemos la virtud de sacar de quicio al poderoso periodista. Quizás porque en la red es donde se habla con más libertad a la hora de analizar las posiciones de los poderosos, sean del mundo político financiero o informativo. Por ejemplo, por criticar al equipo directivo de Telefónica, la operadora retiró a Hispanidad.com, su publicidad durante más de dos años, para regresar el pasado día 1. Cuando usted quiera, don Pedro José, Hispanidad está dispuesta a cambiarle nuestro contrato de publicidad con la operadora por el suyo. Oiga, y sin mirar.
Por cierto, hablando de vender favores al mejor postor: la información según la cual la Asociación de Inversores (esta no ha sido creada por El Mundo) solicita para Emilio Botín 170 años de cárcel ocupa 7 líneas en la misma edición de el diario El Mundo donde se acusa al resto de los medios de estar vendidos a Telefónica. Siete líneas sin titular, convenientemente escondido como guinda de otra noticia anterior. Será porque las relaciones financieras, no sólo publicitarias, del Banco Santander con Pedro J. son mucho más fluidas, y más intensas, que con César Alierta. Pedro José ha censurado artículos que hablan del señor Botín, pero acusa a los demás de autocensurarnos cuando no queremos hacerle el juego en sus batallitas personales.