Es la historia más jocosa y más universal de la semana. El científico colombiano Manuel Patarroyo, reconocido como inventor de la vacuna contra la malaria, se ha quedado sin monos para investigar. Los ecologistas le han demandado –y han conseguido su condena- por utilizar en sus experimentos macacos en peligro de extinción, a pesar de lo cual, el desvergonzado investigador siguió torturando a nuestro ancestro nocturno, todo para curar una enfermedad que afecta a una especie depredadora, conocida como al especie humana.

Él lo niega y asegura haber utilizado monos sin peligro de extinción pero eso es lo de menos, muchachos: estén o no en peligro de desaparecer los puñeteros simios, no se puede torturar a los pobres bichitos. Insisto, según el panteísmo ecologista, doctrina imperante en el mundo, la única especie contingente, es decir, eliminable, es la humana, que no hace más que reproducirse, especialmente los pobres, quizás porque se aburren: nunca acuden a la ópera u otras manifestaciones culturales subvencionadas.

Por eso, y sólo por eso, yo propongo que Patarroyo abandone su nefando vicio de fastidiar al mico nocturno y utilice ecologistas para sus experimentos, A fin de cuentas, y aunque no esté demostrado científicamente, los verdes pertenecen a la raza humana y, aunque es cierto que no fueron abortados por sus madres, bien pueden colaborar con la ciencia evitando así la matanza de otras especies egregias. Lo realmente importante es salvar a nuestro querido amigo, el mico nocturno.

Aunque, bien pensado, la malaria tiene sus aspectos positivos: entre 700.000 y 2,7 millones de personas mueren cada año por causa del paludismo. En definitiva, que el mosquito Anófeles, que también debe ser protegido como especie, resulta benéfico para el endémico problema de la sobrepoblación. Especialmente, si consideramos que la mayoría de esas muertes se producen entre la población infantil africana, que no produce y no hace más que reclamar alimentos y cuidados a un planeta sobreexplotado. Primero el mico nocturno, luego el infante africano.