Precioso artículo el publicado en el diario argentino La nación por el ex presidente Carlos Menem, un hombre del que se podrán decir muchas cosas, pero que ha pasado a la historia de la Hispanidad como el último gran defensor de la vida humana más inocente e indefensa: el nonato. Mi memoria de periodista –es decir, memoria pez- aún registra aquella lamentable Cumbre Iberoamericana de Naciones, donde Menem invitó a los demás estadistas presentes a generalizar la legislación argentina en defensa de la vida… moción que fue impugnada por un tal Felipe González, presidente de España. ¡Vergüenza!
Pues resulta que en pleno delirio abortero de Kirchner, el Tribunal Supremo argentino acaba de conceder la indemnización correspondiente al hijo nonato de una montonera asesinada por la Dictadura militar. Con ello se vuelve a repetir la contradicción flagrante de tantos países –verbigracia, Suecia- que promocionan el aborto al tiempo que reconocen los derechos del feto, por ejemplo, a recibir sepultura. Es decir, que en Suecia el nasciturus tiene derecho a dos cosas: a ser enterrado y a ser asesinado.
En España somos un poco más canallas. Por ejemplo, al comienzo, los discursos oficiales sobre el 11-M insistían en los 191 asesinados, cuando en realidad eran 193, dado que dos de las víctimas estaban embarazada. El empeño curioso de la ministra de Sanidad, inefable Elena Salgado, por decir que la vida comienza el día 14 –recuerden, ni la jornada decimotercera ni la decimoquinta: precisamente la decimocuarta) o el otro empeño en que la persona comienza a existir en el burocrático instante en que es inscrita en el registro Civil -¡Qué romántico!- son otras dos muestras de esa cobardía inmensa, telúrica, que llamamos aborto.
Eulogio López