Convergencia de Demócratas Navarros (CDN) es un partido fundado y presidido por Juan Cruz Alli, el que fuera presidente navarro y que luego se segregara de Unión del Pueblo Navarro (UPN), el aliado del PP en la Comunidad Foral, la misma que dio origen al Reino de Castilla, y más tarde al Reino de España. Salía de misa con su familia, en vísperas de Navidad, cuando se le acercó un joven para pedirle que firmara la Iniciativa Legislativa Popular del Foro de la Familia contra el matrimonio homosexual que pretende el Gobierno Zapatero. Toda su familia se apresuró a hacerlo, menos don Juan, quien afirmó que no veía nada clara la iniciativa y que prefería esperar a ver cómo se plantaba la ley. Allí comenzó todo un debate, que el solicitante de la aquiescencia política concluyó de esta guisa: O estas con el matrimonio o no lo estás, porque no se puede estar un poquito embarazado ni ser un poquito maricón.

Naturalmente, el ex presidente de la Comunidad Foral tachó al individuo de intolerante, quizás porque en esos momentos no estaba para alardes de originalidad. Simplemente, recordar que estamos hablando de un político católico, presidente de un partido de derechas, capitalista, etc. Es decir, un centro-reformista. Un equidistante, si ustedes me entienden. 

Lo mismo le sucedió a Federico Trillo, entonces ministro de Defensa, cuando el también entonces presidente de la Comunidad de Madrid, su correligionario, Alberto Ruiz-Gallardón, lanzó su ley sobre matrimonio gay. La Iglesia madrileña se cabreó bastante, y decidió que en las iglesias se recogieran firmas contra el proyecto de ley. A don Federico le pilló la cosa en misa, y se pudo escuchar a su señora informarse sobre dónde había que firmar, mientras su media naranja dedicaba ese tiempo a rogar por todas sus intenciones, incluso suponemos que por la intención de que Ruiz-Gallardón dejara de ponerle en dificultades. No necesito decirles que el actual alcalde de Madrid, tras toparse con 80.000 firmas en una semana, decidió que el tal proyecto de ley no podía ser aprobado por dificultades técnicas.

Un día después del debate callejero de don Juan Cruz Alli, doña Ana Botella, concejal de Asuntos Sociales del Ayuntamiento de Madrid por el Partido Popular, practicaba, asimismo, la equidistancia, en una entrevista concedida al diario La Razón (o quizás concedida por el diario La Razón a doña Ana Botella, que la estrella de la señora de Aznar no brilla mucho últimamente). Allí, doña Ana se manifiesta contraria al matrimonio homosexual, sólo que no nos dice por qué. Manifiesta que la unión de hecho y el matrimonio son cosas distintas, pero no nos dice por qué son distintas. Esto es, seguimos en las posturas vergonzantes del PP.

O sea, como Juan Cruz Alli: todo depende. De hecho, la mayoría de los populares se oponen (no todos, pero sí es la postura oficial del Partido) a la adopción de niños por parejas homosexuales, pero no a la regulación del matrimonio gay. Lo que resulta bastante más contradictorio e incoherente que la postura socialista (la postura socialista sobre la adopción gay es aberrante, pero no contradictoria), porque uno de los fines inexcusables del matrimonio es tener hijos y educarlos. De hecho, es la principal razón por la que el Estado le otorga una serie de derechos... y un montón de deberes.

Con la prostitución pasa lo mismo: Botella, acomplejada ideológicamente como su esposo, no está a favor de la legalización, pero tampoco nos explica por qué. Y es que, si nos lo explicara, tendría que decirnos que no puede legalizarse algo inmoral, objetivamente inmoral, como es la venta del propio cuerpo por dinero. Simplemente, tendría que hablar de moralidad objetiva, y eso no puede permitírselo la llamada derecha moderna.

Y por eso, la concejala de Asuntos Sociales también recomienda el uso del preservativo. Por cierto, el virus del Sida es un virus paciente: muchos de los crédulos que se consideran a salvo de ser contagiados por el Sida gracias al condón descubrirán en unos años, algunos ya lo están descubriendo, que no estaban protegidos. Pero para entonces no habrá nadie a quién reclamar. Y, en cualquier caso, les resultará muy difícil demostrarlo.

Pues bien, doña Ana Botella, prisionera de su centro-reformismo, no puede decir lo que le gustaría decir: que está en contra del condón por la sencilla razón de que el condón es el gran instrumento para el sexo frívolo, el sexo sin entrega, el sexo trivial. Por eso, la fidelidad es la mejor arma contra el Sida... y, además, es gratis. Pero Botella no puede decir eso, porque Botella, como todo su entorno, ha renunciado hace tiempo a la verdad y al bien objetivos. Y por cierto, si la verdad no existe, entonces la progresía de izquierdas, relativista y envalentonada, tiene toda la razón del mundo, mientras que la progresía de derechas, el centro-reformismo, vive en la incoherencia.

El único problema es que la verdad sí existe, y el bien objetivo, también.  

Y aquí estriba la diferencia entre PSOE y PP, la misma que se da en toda Europa, en esta Europa enferma, entre la ex-izquierda y la ex-derecha política, en materia de derechos fundamentales y principios básicos. La derecha clásica, siempre medrosa, se va enmendando a sí misma a medida que alguien le recuerda su incoherencia con unos principios que ha propuesto defender. La izquierda clásica, por el contrario, actúa sin disimulo alguno: por ejemplo, matrimonio gay y adopción por parte de homosexuales... y lo que haga falta.

Habrá que repetir: Aznar consideraba que el voto católico no existía, o al menos que podía despreciar a los católicos porque tendrían que votarle a él, aunque fuera tapándose la nariz. Zapatero coincide con su enemigo en que el voto católico no existe, sólo que da un paso más allá: lo que existe es el voto anticatólico. La cristofobia abunda y hay gente que está dispuesta a votar a cualquiera con tal de fastidiar a la Iglesia y a los cristianos. Debe ser por envidia de la fe, que proporciona una esperanza balsámica.

Eulogio López