Señor Santiago, líbranos a los españoles del sectarismo. A lo mejor esa era la petición que muchos españoles esperábamos realizara SM el Rey de España, Juan Carlos I, en la catedral de Santiago de Compostela, en la festividad de un apóstol que es patrón de España en una ciudad que ha forjado la unidad espiritual de Europa desde hace un milenio. En Santiago fue donde Juan Pablo II lanzó su grito: "Europa sé tú misma", es decir, recupera tus "raíces cristianas", porque Europa resulta ininteligible sin el Cristianismo que la forjó.
Pero el Rey de España no estaba en la ceremonia del patrón y evangelizador de España, el primer apóstol mártir, Santiago Zebedeo. Ya no acude el Rey, tampoco el Príncipe heredero, SAR Felipe de Borbón, ni tampoco asistió ningún miembro del Gobierno Zapatero. Tampoco su portavoz, el poderoso José Blanco, gallego. Al parecer, la Casa Real considera que 'España ha dejado de ser católica', al menos la España oficial, razón por lo que no era necesario acudir a la cita. En su representación, estuvo la presidenta del Parlamento gallego, Pilar Rojo, cuyo último motivo de regeneración política ha consistido en pedir que se reduzca el número de elecciones.
Julián Barro, obispo de Santiago, que presidió la ceremonia en la catedral gallega, sí que recogió el testigo, al recordar que no es posible salir de la crisis sin conversión interior a Cristo y con Dios desaparecido de la conciencia individual. Por de pronto, el desparecido es el Rey de España. Majestad: hay cosas que no pueden delegarse.
Y es que si el apóstol Santiago es el patrón de España, Compostela constituye la forja de Europa. Y las causas de la paralización del proyecto europeo son dos, ambas traídas a escena por la modernidad imperante: soberbia y egoísmo.
Chesterton explicaba así, ya en 1906, lo que hoy sigue siendo el problema de Europa: "Cuando en el futuro cercano se produzca el verdadero choque entre el cristianismo y las fuerzas genuinas que se oponen a él, el símbolo central y la bandera en torno a la cual arderá toda la lucha, será el problema de esa cosa llamada humildad. Los modernos se hallan dispuestos a aceptar las demás virtudes, si bien las debilitan y distorsionan. Aceptarán la misericordia, aunque pueden degradarla hasta convertirla en humanitarismo. Aceptarán la justicia, si bien pueden privarla de vida hasta que pueda ser simple orden. Incuso se verán obligados a aceptar la fe, debido al alto grado de ella que se requiere para la aceptación de las filosofías que predican. Pero negarán, plausible y defendiblemente, y con aire de inteligencia moderna, que la humildad sea en absoluto una virtud".
Esta Europa no logra salir de la postración económica por su soberbia y por su egoísmo. Por eso, es una Europa triste, incapaz de levantarse de su postración, porque no repara en que "el orgullo no sólo es enemigo de la destrucción, es también enemigo de la diversión".
La crisis griega y la matanza noruega son otros dos muestras de esta necesaria refundación de Europa, por de pronto, con una Europa de la solidaridad, la de los padres fundadores.
Eulogio López
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