La progresía está muy preocupada con el éxito de la película "La Pasión", de Mel Gibson. Se habla de demasiadas conversiones y, además, el australiano es un bicho tan extraño que ha querido contar en imágenes lo que la Biblia cuenta en palabras. El efecto ha sido demoledor. Al parecer, cuando el hombre contempla (ojo, contempla) cómo el Creador muere por él, justamente por él, cuando ofrece dolor por amor... bueno, al parecer, puede pasar cualquier cosa.
Ahora bien, los teófobos no pueden permitir esta lamentable mitología, de suyo tan perniciosa, que puede despertar a las masas de su espléndido letargo, de su secular comodidad, para volverse hacia Dios. Que pueden, en definitiva, convertir a la gente. Eso sí, los progres no pueden prohibirlo, porque sería censura, pecado horrible, según su particular decálogo. Por tanto, han de recurrir a dos vías.
La primera es la censura por razones mercantiles: lo sentimos muchísimo, señores, pero no podemos emitir "La Pasión" porque resulta que no encontramos distribuidora que quieran propagarla ni salas que acepten proyectarla.
El éxito de la película de Mel Gibson durante las sesiones de preestreno, así como la recaudación de los primeros días de proyección en Estados Unidos, colocan a la sanguinolenta pasión como una de las películas más taquilleras... a pesar de que los críticas le habían puesto como no digan dueñas (prueba inequívoca de calidad). Total, que por esa vía vamos mal.
En definitiva, que la censura mercantil no sirvió para bloquear "La Pasión", así que se trataba de aplicar la segunda vía: lo que los ingleses llaman "dejar pasar el balón y bloquear al hombre". En plata, si no hay manera de detener la onda expansiva de "La Pasión", entonces es necesario denigrarla, machacarla, injuriarla, calumniarla. El propio Mel Gibson cuenta que cuando contrató a Jim Caviezel, el actor que interpreta a Cristo, le advirtió que la aceptación del papel podría marcarle. O sea, que el Mel, además de un cachondo, es un tipo listo. Otrosí. Ningún productor quiso financiar el proyecto, por lo que decidió pagarlo él mismo aportando 25 millones de dólares.
Les voy a contar una anécdota de cómo funciona esto. Dos curiosidades. El pasado viernes 26 de marzo, a las 12 de la mañana, se celebró en un cine madrileño uno de los pases para críticos profesionales. Los hay que ya habían hecho la crítica antes de entrar en la sala. Pero, lo más gracioso, es que durante toda la proyección no se oyó ni el más mínimo ruido en la sala. Ni un murmullo. Aquel público de críticos endurecidos, acostumbrados a tragarse sexo, violencia y terror en medio de largos bostezos se pasaron las dos horas de proyección escondidos en la butaca, aproximadamente acongojados.
Sólo al final lograron conjurar su terror y rememorar aquello que ya pensaban decir antes de entrar. No es broma, dos famosísimos y laureados críticos hablaban del pre-estreno días atrás:
-¿Va a ir a lo del viernes?
-Por supuesto, -respondía el interpelado para dejar claro que él también estaba en la oposición a Mel-: no me perdería esa sesión de masoquismo.
Sigamos con la campaña. El canal de televisión Telecinco, propiedad de Silvio Berlusconi, progresismo de derechas, es decir, capitalismo feroz y faldas cortas (o como alguien dijo, la falda tan radicalmente corta como el capitalismo largo), emitió en el telediario de la segunda edición un reportaje sobre "La Pasión", convertida en titular del espacio, bajo el siguiente titular: "La película gusta a la Iglesia, pero no a los críticos". Pues bien, para justificar el titular, los Servicios Informativos de Telecinco, tan aplaudidos por la progresía, preguntaban la posición del presidente del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC), para entendernos, del capo de la crítica de cine española, Jerónimo J. Martín, quien, en pocas palabras, hizo un elogio de la cinta. ¿Podría permitirse tamaño desafuero? ¡Ni por pienso! Al final, los que atacaban "La Pasión" fueron presentados como críticos de cine, mientras su presidente se tenía que conformar con aparecer como "representante de la Conferencia Episcopal Española": ¡Encaja esa!
Y todo esto demuestra que nada más dramático que el Evangelio, y que el buen cine necesita una historia y un drama. Lo que ocurre es que hay que saber contarlo. Es decir, hay que saber ser fiel a la verdad... e incluso fiel a la realidad. Porque, entonces, y sirva esto como pronóstico y como apuesta, ni toda la progresía, ni todo el imperio mediático de Prisa o de Berlusconi, ni todos los medios oficiales podrán detener este huracán, este tornado que representa "La Pasión". Al final, no olvidemos que la progresía es un gigante con los pies de barro. Gigante un pelín amargado, eso sí.
Eulogio López