Desde tiempos inmemoriales, en España, la figura del pícaro, aún a sabiendas que es la antítesis de: honradez, ética, trabajo y esfuerzo, ha gozado de la comprensión, simpatía y benevolencia de la sociedad en general.
Ya Cervantes, en su novela Rinconete y Cortadillo, reflejó, con su magistral e insuperable pluma, el ambiente de la picaresca sevillana.
En estos días la opinión pública anda algo escandalizada ante el hecho de que la Universidad de Sevilla deje terminar un examen a quien sea sorprendido infraganti copiando y más tarde una comisión (tres profesores y tres alumnos) valorará la cantidad y eficacia de lo copiado.
Me sorprende el revuelo y tanta hipócrita sorpresa, cuando lo único que ha hecho la Universidad de Sevilla ha sido dar carta de naturaleza a una tradición tan española, y en este caso tan sevillana, como es el triunfo del pícaro sobre la persona trabajadora, sacrificada y honrada.
Bien podrían copiar (nunca mejor empleado el término) de la Universidad Hispalense esas estrictas y exigentes universidades de tanto renombre y prestigio que expulsan, sin más contemplaciones, a aquellos alumnos que sorprenden copiando. ¡Es que son unos malages!
Manuel Villena Lázaro